Por Lisardo Enríquez L.
Asomarnos un poco a lo que
ocurre en muchas partes del mundo, donde el sometimiento económico tiene
postrados a millones de seres humanos, en tanto las riquezas son acumuladas por
unas cuantas personas que entre sí se protegen para mantener un estado de cosas
verdaderamente oprobioso para las mayorías, mediante el control hegemónico del
poder y del dinero, sirve para buscar un rayo de luz que alumbre hacia mejores
condiciones. Es esta la luz que está encendiendo el Papa Francisco.
El discurso que el primer Papa
latinoamericano pronunció en Santa Cruz, Bolivia, el día 9 de este mes de
julio, durante el Segundo Encuentro Mundial de Movimientos Populares, tiene un
posicionamiento poco común en un dirigente de la Iglesia a ese nivel. Seguramente
el papel de los papas tiene su razón de ser en que El Vaticano, aparte de ser
un Estado, es una empresa económica muy poderosa, y como tal tiene que mantener
su relación con los grupos de poder económico del mundo. El Papa Francisco está
rebasando esa línea, se está saliendo de lo que marcan los intereses de la
empresa y está tomando el camino que debería tener siempre la iglesia de
Cristo y también el camino de San Francisco de Asis, precisamente.
Pues bien, vamos a las ideas
y a las palabras expuestas en Santa Cruz, allá en la Bolivia de América del
Sur. Dijo el Papa: “La casa común de todos nosotros está siendo saqueada,
devastada, vejada impunemente...La ambición desenfrenada de dinero que
gobierna... arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye
la fraternidad interhumana”. Dijo también que “Los seres humanos y la
naturaleza no deben estar al servicio del dinero... La distribución justa de
los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber
moral”. Algo nos recuerdan estas palabras, que quienes se han vuelto
multimillonarios se quitan un peso moral dando una migajita de lo que han
acumulado, porque “son filántropos”.
De nuestro continente
expresó en particular: “Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su
independencia política y, desde entonces, llevan casi dos siglos de una
historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una
independencia plena”. Muy a la medida de nuestros países y por supuesto de
México, donde la injerencia llega al extremo de impedir que en las elecciones
se reconozca el triunfo de una fuerza realmente democrática.
Luego volvió a generalizar y
sentenció: “Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino.
Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni
injerencias donde el más fuerte subordina al más débil”. Como ocurre en este
momento con el FMI y los grupos de poder
económico y político de Europa que tienen de rodillas a Grecia. Definitivamente
la situación no puede seguir así, algo debe ocurrir para “humanizar” la
economía y la política del mundo.
El Papa actual está dando
pasos importantes en una dirección necesaria para los habitantes del planeta, los
seres humanos, los animales y la propia tierra, porque no es sólo la lacerante
pobreza humana, es también la muerte masiva de especies animales en el mar con
los derrames de petróleo y en otras formas, al igual que
el daño a las aguas y a la tierra como ocurre con la contaminación producida
por las empresas saqueadoras de minerales, entre las cuales México tiene
ejemplos notables. Ojalá las palabras del Santo Padre lleguen a más.
Artículo publicado en Diario de Xalapa el 21 de julio de 2015.