martes, 19 de mayo de 2015

Jáltipan y su gente.



Alumnos de quinto grado de la Escuela Primaria "Ángel Carrión y Carballo" de Jáltipan, Ver. 1973.



Por Lisardo Enríquez L. 

En su libro de memorias Confieso que he vivido, Pablo Neruda dice respecto a nuestra nación “...no hay en América, ni tal vez en el planeta, país de mayor profundidad humana que México y sus hombres”. Nuestra patria se ha considerado durante mucho tiempo el lugar donde se recibe a todo tipo de personas que vienen de visita o a residir en alguna ciudad o pueblo; por gusto, por necesidad o porque las condiciones ya no les permitían continuar en sus países. En casi todo el mundo se sabe de la hospitalidad mexicana. Entre los propios connacionales hay una tradición cultural de cooperación y ayuda, principalmente de origen indígena.

Pues bien, se puede hablar de la diferencia en la conducta según el clima y otros factores que hacen a las personas distintas entre unos pueblos y otros. Y eso es lo que nos ha tocado vivir a muchos cuando “cambiamos de ambiente”. En otro sentido, podemos ver en comunidades sumamente heterogéneas que el comportamiento tiende a ser diverso y en ocasiones adverso entre sus mismos integrantes y más todavía con los extraños.

Por eso hay que resaltar a los pueblos que tienen en su gente una forma de ser  cálida, abierta, alegre y amistosa, que por supuesto son muchos. En este texto me referiré a uno de ellos que es Jáltipan de Morelos, una pequeña ciudad del sur del estado que se localiza entre Acayucan y Minatitlán, en la cual tuve la suerte de iniciarme en el trato de su gente entre octubre y noviembre de 1971 y de manera más continua a partir de febrero de 1972, cuando llegué a trabajar como profesor de la escuela primaria urbana “Ángel Carrión y Carballo”, ubicada en la Colonia San Cristóbal.

La experiencia como maestro fue muy grata. Unos meses atendiendo pequeños de segundo grado, otro año escolar compartiendo con niños de quinto grado que en esos lugares son prácticamente unos jóvenes y, para terminar, el mismo grupo pero en sexto grado, por quienes retorné al finalizar el año escolar para ser padrino de la generación que egresaba de la educación primaria. Unas vivencias extraordinarias en esa comunidad escolar conjugando el conocimiento en el aula con prácticas de deporte, preparación de bailables y otros números para festivales, ensayos para desfiles, elaboración de trabajos manuales y trato personal con los alumnos-amigos.

En la comunidad, el contacto franco con jóvenes y adultos del pueblo y con los compañeros profesores. Con unos y otros, además, en actividades del Círculo Cultural Jáltipan; con los compañeros de la localidad y con los de la zona escolar a la que pertenecimos, en actividades sindicales del magisterio y en la difusión a través del periódico Liberación que dirigimos Enrique Jiménez Hernández, Agustín Morales y este columnista.

De Jáltipan es la gente que ofrece su casa y su corazón; la gente nativa y la que llegó de la parte oaxaqueña del Istmo, la cual se integró totalmente con los primeros para celebrar fiestas y momentos de pesar conjuntamente; apoyándose. Y de ahí son también familias con apellidos de origen francés, italiano,  inglés y  otros. De Jáltipan es un símbolo David Haro, compositor, guitarrista y cantante con una hermosa voz. David el de Ariles. Ahí tienen su raíz Los Cojolites, grupo de son  conocido más allá de nuestras fronteras. De ahí es Zenén Zeferino Huervo el promotor cultural, músico del folklor veracruzano, improvisador de versos en la tradición jarocha y de quien se publicó en fecha reciente el libro de cuentos para niños Zoóngoro bailongo. A Zenén lo conocí cuando él tendría 5 o 6 años de edad, en casa de mi amigo el luchador social Lucas Martínez Torres.


De Jáltipan es mi esposa Yolanda González Pérez, que me dio cuatro buenos hijos. Es ella la primera persona que lee estos artículos para darme su opinión con el propósito de corregirlos. Esa es Jáltipan de Morelos, la que tuvo un esplendor económico cuando se extraía el azufre y donde se selecciona la arena sílica para hacer el vidrio. De ahí es la chogosta, un barro con el que se hacen unas bolitas que se cuecen con calor lejano del fogón y después se comen. Por esa costumbre antigua a los jaltipanecos les dicen chogosteros.  
   


Alumnos de segundo grado de la Escuela Primaria "Ángel Carrión y Carballo" de Jáltipan, Ver., 1972.



Conferencia sobre "La Revolución Mexicana" sustentada por el maestro Víctor Raúl Domínguez, catedrático de la Escuela Normal Veracruzana, la cual fue organizada por el Círculo Cultural Jáltipan en el mes de noviembre de 1972. Realizada en el Foro de la Escuela Primaria "Rebeca Arias de López" de Jáltipan, Ver.

(Artículo publicado el 12 de mayo de 2015 en Diario de Xalapa)