domingo, 22 de noviembre de 2015

La personalidad de Torres Bodet en los cambios de política.





Por Lisardo Enriquez L.
Al maestro Elly Marby Yerves Ceballos
Inspirador de este artículo.

La situación por la que atravesaba el mundo durante la Segunda Guerra Mundial, la cual generó un reacomodo de fuerzas en las cuales los Estados Unidos resultaron fortalecidos, aunada a presiones internas y externas para que en México se modificara la orientación política de los gobiernos que habían emanado de la revolución, especialmente de los que radicalizaron los aspectos agrarios y educativos, propiciaron que a partir de 1940 nuestro país diera un vuelco y reorientara el rumbo hacia una política de “unidad nacional” y “conciliación”.

Efectivamente, se sabe que el candidato del Gral. Lázaro Cárdenas para que lo sucediera en la presidencia era el Gral. Francisco J. Mújica, pero dadas las condiciones descritas se tuvo que optar por una persona moderada y ese fue el Gral. Manuel Ávila Camacho. Así es como en esta coyuntura que cambió completamente las directrices del movimiento social de la revolución, se pasa a una etapa en la que van a tener mayor preponderancia la industrialización del país y el desarrollo económico basado más en la inversión extranjera y la iniciativa privada, trayendo ambos como consecuencia un fuerte crecimiento urbano de la población.

Para el caso de la educación se encuentra a la persona adecuada que llena plenamente esta necesidad. Se trata de Jaime Torres Bodet, un literato, intelectual, hombre inteligente y laborioso que comprende bien el momento y despliega una labor intensa al frente de la Secretaría de Educación Pública, dependencia clave en la cual pocos han realizado bien el trabajo que se requiere. Torres Bodet ha sido de los mejores en ese cargo. El papel de este hombre de letras desdice la afirmación que Jorge Castañeda hace en entrevista con Fernando Botero cuando dice: “Los intelectuales siempre tenemos el problema de tener ideas que son irrealizables”.

Torres Bodet tuvo ideas, las puso en práctica y le funcionaron. Es decir, las acciones realizadas en los dos momentos en que estuvo encargado de la educación nacional no fueron ni improvisaciones ni hechos derivados de un practicismo de burócrata. Sus acciones estuvieron basadas en ideas, en un pensamiento claro que acomodó a lo que eran las necesidades del país en esos tiempos y que respondían también a los propósitos de los regímenes de gobierno a los que sirvió.

Veía a la educación como un desarrollo amplio de la personalidad de cada individuo, en lo cual la sociedad entera tenía la mayor responsabilidad. Decía: “Ningún maestro, ninguna escuela, educan más que la vida misma”. También decía: “De todas las demagogias la que más me repugnaría encomiar ahora sería la que consiste en exagerar el poder de transformación que la escuela tiene, y en pretender descargar arbitrariamente sobre el maestro una responsabilidad que, por igual, nos incumbe a todos”. Ideas fundamentales que actualmente muchos desconocen porque están más “metidos” en sus intereses  personales y de grupo que en los de la nación.


Torres Bodet no sólo tuvo ideas, y muy claras, sino que supo conjuntar a las personas adecuadas, motivarlas para hacer un trabajo en el que él mismo estuvo todo el tiempo al frente explicando qué es lo que el país necesitaba en esos momentos. Vasconcelos, Bassols y Torres Bodet son los titulares de la SEP que estuvieron a la altura de su responsabilidad, buscando el engrandecimiento de la nación en la educación y la cultura. Torres Bodet fue el inspirador del Artículo 3º. Constitucional reformado en 1946, que estuvo intacto y vigente durante más de treinta años y al cual se han hecho modificaciones en los gobiernos neoliberales.


Artículo publicado el 18 de noviembre en Diario de Xalapa. 

martes, 10 de noviembre de 2015

Torres Bodet y la educación pública.




Por Lisardo Enríquez L.

La formación intelectual y el talento de Jaime Torres Bodet le permitieron dejar amplias muestras de su trabajo. Escribió novelas, poesía y crítica literaria y fue integrante del Grupo Contemporáneos. También escribió memorias, mensajes y discursos, producto de una intensa actividad en la vida pública. Es a esta parte de su existencia a la que se refiere el presente artículo, particularmente a sus aportaciones a la educación.

En el servicio público propiamente se inicia como secretario particular del Lic. José Vasconcelos cuando es rector de la Universidad Nacional de México. Poco después, cuando Vasconcelos va a dirigir la Secretaría de Educación Pública, lo nombra director del departamento de bibliotecas. En este puesto colaboró en la publicación de revistas educativas y en la preparación de las extraordinarias Lecturas Clásicas para Niños que han tenido reediciones facsimilares.

Desempeñó en 2 ocasiones el cargo de Secretario de Educación Pública. De 1943 a 1946 durante el sexenio del Gral. Manuel Ávila Camacho y de 1958 a 1964 en el gobierno del presidente Adolfo López Mateos. En su primera oportunidad se enfrentó a lo que estaba ocurriendo con la Segunda Guerra Mundial. Ante ello señaló que la educación tendría que ser una doctrina para la paz, la democracia y la justicia.

Por iniciativa de Torres Bodet como secretario de educación se promulgó la Ley de Emergencia de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo en el mes de agosto de 1944. Según las estadísticas de 1940, había 47.88 por ciento de personas en analfabetismo total en el país. También por su iniciativa se dio un nuevo impulso a las Misiones Culturales dándoles a partir de entonces la función de promover el desarrollo de la comunidad rural. Otro de sus aciertos fue crear el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio en 1945, que ofrecía cursos por correspondencia a los profesores. De igual manera propició la realización del Primer Congreso de Educación Normal. En los 3 años que permaneció en el cargo se editaron 232 títulos de la Biblioteca Enciclopédica Popular. En la parte general de su propuesta pedagógica integró la Comisión Revisora y Coordinadora de los Planes Educativos y Textos Escolares.

 La segunda ocasión en que asumió la titularidad de la Secretaría de Educación Pública, de 1958 a 1964, se considera como el primer momento que en nuestro país se hace planificación educativa a través del Plan Nacional para la Expansión y el Mejoramiento de la Educación Primaria, más conocido como Plan de Once Años, que se puso en marcha con el propósito de cubrir el rezago educativo y la deserción escolar, que ya eran alarmantes y requerían una solución.

La parte pedagógica se encargó al Consejo Nacional Técnico de la Educación. En el Número 4 de la Revista Educación, editada por dicho Consejo,   correspondiente al mes de junio de 1960, se publicaron los Planes y Programas reformados para educación Preescolar y Primaria, así como los adelantos para los casos de la educación secundaria y normal que pronto entraron en vigencia en las escuelas públicas del país.

La otra acción, histórica por cierto, fue la implementación de los Libros de Texto Gratuitos que causaron una gran polémica al principio, más por intereses económicos y religiosos que por su contenido. La Comisión Nacional para este propósito fue presidida por el escritor Martín Luis Guzmán. Los primeros libros se presentaron en el mes de febrero de 1960. La idea de fondo que en Torres Bodet dio origen a todo esto fue la de hacer una realidad la educación gratuita y obligatoria.


Artículo publicado el 9 de noviembre en Diario de Xalapa. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Sorgo Rojo.




Por Lisardo Enríquez L.

Dos palabras sonoras con una profunda raíz: Sorgo Rojo, son el medio y la fuerza que enlaza una historia en la novela que lleva ese nombre, la cual se desarrolla en las llanuras de China, en el bajo río Amarillo que alguna vez identificamos en un mapa de Asía. Se trata de una zona rural llamada Gaomi Noreste, de donde es originario el autor Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012.

El sorgo es, o fue, la principal fuente de sustento en esa región oriental. Mo Yan, quien en realidad se llama Guan Moye, nos lleva de principio a fin por acontecimientos que se desarrollan entre 1920 y 1940, poniendo de testigo al sorgo en todas las escenas humanas y presentándolo en sus más diversos matices de color, tamaño y movimiento con el viento y con el paso de los hombres. Dice por ejemplo: “...extensos campos de sorgo rojo se balanceaban como un mar de sangre. . . El sorgo se había vuelto de color escarlata oscuro...Un viento tibio rozaba los tallos de color verde esmeralda del sorgo que bordeaba la senda de tierra”.

A través de una narración intensa y apretada en poco más de quinientas páginas, los capítulos son solamente 5: Sorgo rojo, Vino de sorgo, Conducta de perros, Funeral en el sorgo y Muerte extraña. Mo Yan cuenta la historia del abuelo Yu Zhan’ao, quien de joven se hace notar en la rudeza, adquiere habilidad como bandolero y se convierte en comandante guerrillero que enfrenta a los invasores japoneses. Se habla de la famosa batalla sobre la ribera del río Negro. Así es que hay en esta novela mucho de epopeya en donde se describen la táctica, el enfrentamiento y la lucha sanguinaria, siempre en el marco del sorgo rojo.

El principal personaje femenino es Dai Fenglian, “la más guapa de todas las mujeres”, a quien el narrador cita por su nombre sólo al principio; después aparece siempre como “la abuela”, porque va a ser el amor de Yu Zha’ao. Dai, la hermosa de pies, es otorgada primero como esposa del hijo de un rico comerciante dueño de una destilería de vino de sorgo de la localidad. Padre e hijo son asesinados y la esposa del primero queda como heredera de esta planta de elaboración de vino. En relación a los pies de una mujer china, el narrador de la novela dice: “En mi opinión, a lo largo de nuestra extensa historia, los pies de las mujeres se han convertido en órganos casi genitales y los hombres han obtenido una especie de placer estético, con sólo mirar esos delicados miembros, que excitan sus secreciones sexuales”.

Sorgo Rojo es la tercera novela de Mo Yan. Otras de sus obras son: Trece pasos; El suplicio del aroma del sándalo, La república del vino; Cambios; Grandes pechos, amplias caderas, entre otras. Cuando uno lee Sorgo rojo, siente que esta lectura no es exactamente de un oriental, tiene una trama y un desarrollo comunicante con lo occidental; incluso yo diría que con lo latinoamericano. Mo Yan ha dicho que tiene influencia de León Tolstoi, William Faulkner y Gabriel García Márquez. Lo que no tiene duda es que se trata de una novela excelente.


Estos comentarios constituyen un apunte muy general sobre la novela Sorgo Rojo, pero llevan la intención de inquietar a los lectores que no la conocen todavía. En esto tiene toda la razón mi amigo el maestro de Acayucan Marco Antonio Juan Fernández: cuando uno es lector y ha tenido a la mano un libro que le ha gustado mucho, lo primero que piensa es contagiar a otros para que también lo lean. Queda ahí la sugerencia amables lectores. Y gracias a Jessi y a Ohtli por permitirme este goce.

Artículo publicado el 26 de octubre en Diario de Xalapa.