Si partimos de que toda persona que asume una función en cualquiera de los tres poderes de gobierno tiene un compromiso con la sociedad a la que representa, estamos hablando de un compromiso pleno con su pueblo. Pero los hechos dejan mucho que desear. La corrupción ha sentado sus reales con un cinismo brutal. Por lo menos desde aquello de los años veinte que se atribuye a Obregón: Nadie soporta un cañonazo de 50,000 pesos, pasando por el auge de la industrialización del país, época en la cual muchos funcionarios se hicieron muy ricos y heredaron a sus hijos grandes fortunas y poder, hasta la modernización política de Carlos Hank de: Un político pobre es un pobre político.
Pero hay de casos a casos. Lo que ha pasado en estos últimos años es patético. Casi se llevan hasta nuestras pertenencias personales. Desde el centro del país con las residencias insultantes, a entidades federativas como Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Coahuila, Quintana Roo y, tristemente, Veracruz, todo es asqueroso y sin calificativo para esa ambición desmedida. No ha habido respeto, ya no a las leyes, sino a una elemental lógica humana. Porque para esos seres no hay absolutamente moral. ¿Quiénes son esas “personas” capaces de desmantelar todo lo que encuentran y fingir que aman a su pueblo? ¿Qué tienen en la cabeza y cómo les funciona?
En una reciente reunión de amigos decía Daniel Fernández Díaz: Debemos tener esperanza. Y tiene razón. No todo está perdido, ni tenemos que esperar sólo desastre. Hay que seguir adelante. Pero tiene que haber nuevas bases, nuevas reglas. Se tiene que encontrar cómo amarrarle las manos (y también la boca) a todo aquel y aquella que detente un cargo público por bajo que sea. Hace tiempo pensábamos que las mujeres pondrían el ejemplo a los hombres, y sí, las hay, pero hay otras que han llegado a los puestos públicos a hacer exactamente lo mismo y con el mismo cinismo, incluso peor. Y hay “servidores” en lugares restringidos en presupuesto que nadie piensa tienen motivo para ser corruptos, sin embargo desarrollan ingenio para “hacer su patrimonio”.
Por eso, ante las actuales circunstancias, los ciudadanos tenemos que dar un voto de confianza, especialmente, a los integrantes de la legislatura local que toma posesión de sus cargos el 5 de noviembre de este 2016. Será un laboratorio para Veracruz por la conformación repartida en tres principales fuerzas políticas, a diferencia de las anteriores en donde de hecho se trataba de “aplanadoras” al servicio del gobernador en turno. Es deseable que ocupen el cargo para servir a su entidad federativa y se preocupen en todo momento de no desviarse de este compromiso fundamental; que le cierren la llave a decisiones incorrectas; que se pongan de acuerdo no para favorecer intereses de grupo o grupos, sino de los veracruzanos en general, partiendo de las necesidades más apremiantes y más necesarias. Hay que cerrarle la llave al despilfarro, empezando por los sueldos de los funcionarios y las canonjías que tienen.
Hay una esperanza. Que la política sirva para engrandecer a este maravilloso estado; que en la legislatura se privilegien los debates de altura y los fines para servir al pueblo que los eligió; que recuerden por qué están ahí y los compromisos que hicieron. Incluso, pienso se pueden apoyar en sus votantes para encarar los momentos difíciles, porque los votantes deben convertirse en participantes activos de las decisiones.
Artículo publicado el 31 de octubre de 2016 en Diario de Xalapa.