Alumnos de quinto grado de la Escuela Primaria "Ángel Carrión y Carballo" de Jáltipan, Ver. 1973.
Por Lisardo Enríquez L.
En su libro de memorias Confieso que he vivido, Pablo Neruda
dice respecto a nuestra nación “...no hay en América, ni tal vez en el
planeta, país de mayor profundidad humana que México y sus hombres”. Nuestra
patria se ha considerado durante mucho tiempo el lugar donde se recibe a todo
tipo de personas que vienen de visita o a residir en alguna ciudad o pueblo;
por gusto, por necesidad o porque las condiciones ya no les permitían continuar
en sus países. En casi todo el mundo se sabe de la hospitalidad mexicana. Entre
los propios connacionales hay una tradición cultural de cooperación y ayuda,
principalmente de origen indígena.
Pues bien, se puede hablar
de la diferencia en la conducta según el clima y otros factores que hacen a las
personas distintas entre unos pueblos y otros. Y eso es lo que nos ha tocado
vivir a muchos cuando “cambiamos de ambiente”. En otro sentido, podemos ver en
comunidades sumamente heterogéneas que el comportamiento tiende a ser diverso y
en ocasiones adverso entre sus mismos integrantes y más todavía con los
extraños.
Por eso hay que resaltar a
los pueblos que tienen en su gente una forma de ser cálida, abierta, alegre y amistosa, que por
supuesto son muchos. En este texto me referiré a uno de ellos que es Jáltipan
de Morelos, una pequeña ciudad del sur del estado que se localiza entre
Acayucan y Minatitlán, en la cual tuve la suerte de iniciarme en el trato de su
gente entre octubre y noviembre de 1971 y de manera más continua a partir de
febrero de 1972, cuando llegué a trabajar como profesor de la escuela primaria urbana
“Ángel Carrión y Carballo”, ubicada en la Colonia San Cristóbal.
La experiencia como maestro
fue muy grata. Unos meses atendiendo pequeños de segundo grado, otro año
escolar compartiendo con niños de quinto grado que en esos lugares son
prácticamente unos jóvenes y, para terminar, el mismo grupo pero en sexto
grado, por quienes retorné al finalizar el año escolar para ser padrino de la
generación que egresaba de la educación primaria. Unas vivencias
extraordinarias en esa comunidad escolar conjugando el conocimiento en el aula
con prácticas de deporte, preparación de bailables y otros números para
festivales, ensayos para desfiles, elaboración de trabajos manuales y trato
personal con los alumnos-amigos.
En la comunidad, el contacto
franco con jóvenes y adultos del pueblo y con los compañeros profesores. Con
unos y otros, además, en actividades del Círculo Cultural Jáltipan; con los
compañeros de la localidad y con los de la zona escolar a la que pertenecimos,
en actividades sindicales del magisterio y en la difusión a través del
periódico Liberación que dirigimos
Enrique Jiménez Hernández, Agustín Morales y este columnista.
De Jáltipan es la gente que
ofrece su casa y su corazón; la gente nativa y la que llegó de la parte
oaxaqueña del Istmo, la cual se integró totalmente con los primeros para
celebrar fiestas y momentos de pesar conjuntamente; apoyándose. Y de ahí son
también familias con apellidos de origen francés, italiano, inglés y otros. De Jáltipan es un símbolo David Haro, compositor, guitarrista y
cantante con una hermosa voz. David el de Ariles. Ahí tienen su raíz Los Cojolites, grupo de son conocido más allá de nuestras fronteras. De
ahí es Zenén Zeferino Huervo el
promotor cultural, músico del folklor veracruzano, improvisador de versos en la
tradición jarocha y de quien se publicó en fecha reciente el libro de cuentos
para niños Zoóngoro bailongo. A Zenén lo conocí cuando él tendría 5 o 6 años de
edad, en casa de mi amigo el luchador social Lucas Martínez Torres.
De Jáltipan es mi esposa
Yolanda González Pérez, que me dio cuatro buenos hijos. Es ella la primera persona
que lee estos artículos para darme su opinión con el propósito de corregirlos.
Esa es Jáltipan de Morelos, la que tuvo un esplendor
económico cuando se extraía el azufre y donde se selecciona la arena sílica
para hacer el vidrio. De ahí es la chogosta, un barro con el que se hacen unas
bolitas que se cuecen con calor lejano del fogón y después se comen. Por esa
costumbre antigua a los jaltipanecos les dicen chogosteros.
Alumnos de segundo grado de la Escuela Primaria "Ángel Carrión y Carballo" de Jáltipan, Ver., 1972.
Conferencia sobre "La Revolución Mexicana" sustentada por el maestro Víctor Raúl Domínguez, catedrático de la Escuela Normal Veracruzana, la cual fue organizada por el Círculo Cultural Jáltipan en el mes de noviembre de 1972. Realizada en el Foro de la Escuela Primaria "Rebeca Arias de López" de Jáltipan, Ver.
(Artículo publicado el 12 de mayo de 2015 en Diario de Xalapa)
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