sábado, 21 de febrero de 2015

La tierra sagrada del pueblo de Seattle.


El Gran Jefe Seattle.

Entre los siglos XVII y XIX, los pueblos nativos de américa del norte padecieron por el arribo conquistador de los europeos, en condiciones similares a las de los demás pueblos del continente. Los primeros ingleses y holandeses llegaron a las costas de Norteamérica a principios del XVII. Hasta antes de que los europeos hicieran acto de presencia en esos rumbos, dicha superficie estaba habitada por más de quinientas tribus con formas de vida diversas, pero todas siempre de acuerdo al medio natural en el que se desenvolvían. Un caso importante de mencionar es el de los Iroqueses, descrito en su organización social por Lewis Morgan en su libro La sociedad primitiva.

En este contexto difícil por la irrefrenable expansión  de los europeos, nace en 1786 Sealth o Seattle, quien años más tarde sería el Jefe de la etnia Suquamish, en la región del noroeste de lo que actualmente son los Estados Unidos de Norteamérica, en la costa del pacífico, colindando con Canadá y en lo que es a estas fechas el estado de Washington. Se dice que Seattle debió haber presenciado de pequeño la llegada del buque Discovery, cuyo capitán era el británico George Vancouver, un navegante que exploró las costas occidentales de América.

Años después, como Jefe de su tribu, Seattle tuvo que enfrentar a los europeos. Durante la memorable disertación que tuvo en 1854 ante Isaac Stevens, Comisario de Asuntos Indios de los ingleses que se habían asentado en Norteamérica, estuvo presente el colono Dr. Henry Smith, quien tomó notas de ese trascendental mensaje. Pero fue hasta 1887 que lo publicó en un diario local. Las palabras de Seattle en su versión original fueron las que recogió y luego publicó Smith. Posteriormente se le hicieron agregados desde el punto de vista ecológico, que era el tema central del discurso al que la gente de Seattle llamó “Oración”.

El Comisario fue a proponer  la compra de tierras para los colonizadores ingleses, y esto fue lo que dijo Seattle: “El Gran-y yo presumo-buen Cacique Blanco, nos manda decir que quiere comprar tierras nuestras pero que desea permitirnos la suficiente para que podamos vivir confortablemente”. Y más adelante manifestó lo que era para ellos el lugar donde vivían: “Cada porción de este país es sagrada para mi pueblo. Cada colina, cada valle, cada llanura y cada arboleda ha sido reverenciada por algún recuerdo afectuoso o por alguna experiencia triste de mi tribu”.

Cuando el Jefe Seattle pronunció esta oración tenía 68 años de edad. Se daba cuenta y se lamentaba del fin del esplendor indio y de que el futuro sería dominado por los blancos, es decir, sabía que estaba en completa desventaja. Otros pueblos indios se habían opuesto y fueron masacrados incluyendo niños, mujeres y ancianos con quienes no hubo misericordia alguna. Los que quedaron fueron confinados en reservaciones.

Smith describe a Seattle como un indio corpulento, de espaldas anchas, medía 1.80 m. de estatura y sobresalía por su aspecto noble, tan noble que él mismo dio la bienvenida a los nuevos pobladores. A su ciudad se le puso, precisamente, su nombre: Seattle, y de ella fue expulsado en 1865 para pasar su último año de vida en la reserva de Port Madison.


Sin duda, Seattle es un gran ejemplo de inteligencia, de conducta y de comprensión sobre la cultura y la vida del hombre, así como de todo lo que existe incluyendo la propia tierra. Por ello es que ha pasado a la historia entre los grandes y que representa un símbolo en el mundo de los ecologistas. 

(Artículo publicado el 17 de febrero en Diario de Xalapa

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