Hoy hablaré de David. No del
hebreo, del que tocaba el arpa, del que luchaba contra filisteos gigantes como
Goliat. No se trata de David el que componía cantos religiosos y salmos. A este
de ahora la honda se le convirtió en bolígrafo y con ella escribe cuentos allá
por los alrededores de Orizaba. Así es que no es como aquél rey del antiguo
testamento. Pero tiene lo suyo y lo demuestra con otras composiciones. Tiene imaginación
como aquél, pero la utiliza en una forma diferente.
Hace algunas semanas llegó a
mis manos el volumen de cuentos Un rayo
de sol después de la lluvia de la
tarde. El autor es el maestro David Nepomuceno Limón, quien caminó durante
años por las zonas rurales llevando la luz de la cultura a los niños, y ha
disfrutado la bella región de las grandes montañas desde la infancia. Con sus
vivencias, con su percepción de la naturaleza- como se puede ver en Una experiencia inolvidable- y con su
talento creativo, nos deleita a través de 21 cuentos.
Por
el aire es el cuento que ocupa el lugar final de la serie. Hace
referencia al paseo que se realiza en el teleférico, un sistema de transporte
aéreo con cabinas en movimiento que cuelgan de cables y que transportan a
determinada altura, haciendo que quienes lo utilizan gocen de un paisaje
encantador. El cuento trata de la abuela que cumple setenta y cinco años. Dos
de los nietos le celebran con un recorrido por lugares gratos. La suben al
teleférico pero no es ese su mejor entretenimiento. Primero se molesta con
ellos y luego perdona el atrevimiento. El autor concluye diciendo que la sonrisa
de la abuela se veía como “un rayo de sol después de la lluvia de la tarde”,
frase que toma para ponerle título a su libro.
Algunos escritores crean
personajes que reflejan su propia personalidad, y no son pocos. Al leer las
historias logra sentirse que ahí dentro están ellos mismos. En el ramillete de
cuentos de los que aquí se habla se encuentra Remodelación, que si bien describe la ampliación de arterias
urbanas para mejorar el tránsito de vehículos, se interna en la subjetividad de
Gregorio como protagonista. Lo define como persona de la tercera edad a quien le
gustaba escribir anécdotas y relatos de lo que ocurría en el pueblo.
La narración se hace intensa
cuando aparece junto a él otro hombre más o menos de la misma edad pero con
vestuario de apariencia antigua, de mirada penetrante, que le dijo de manera
pausada: “Si usted escribe, haga algo para permanecer en la mente de los demás,
no haga de su trabajo un inventario de acciones pasivas desprovistas de
emotividad”. Luego nos dice que ese encuentro no sabe si fue realidad o producto de un sueño. En verdad
se trata de una honda reflexión sobre el papel de un ser humano preocupado por
su hacer, por la necesidad de trascender. Termina diciendo que se alejaba con
la idea de haber tenido contacto con alguien que olía a eternidad. Me parece
que este es Gregorio David.
En fin, cada uno de los
cuentos que integran el conjunto de Un
rayo de sol después de la lluvia de
la tarde, tiene un valor, una enseñanza, un misterio, un mensaje y una
vivencia que se recrea con los elementos de un bello paisaje. Pero, además, a
mí me parece que son textos bien hilados y bien escritos; auténticos cuentos
que nacen de un trabajo cuidado y que son pulcros como piezas literarias.
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