sábado, 5 de septiembre de 2015

Los cuentos de David.



Por Lisardo Enríquez L.

Hoy hablaré de David. No del hebreo, del que tocaba el arpa, del que luchaba contra filisteos gigantes como Goliat. No se trata de David el que componía cantos religiosos y salmos. A este de ahora la honda se le convirtió en bolígrafo y con ella escribe cuentos allá por los alrededores de Orizaba. Así es que no es como aquél rey del antiguo testamento. Pero tiene lo suyo y lo demuestra con otras composiciones. Tiene imaginación como aquél, pero la utiliza en una forma diferente. 

Hace algunas semanas llegó a mis manos el volumen de cuentos Un rayo de sol después de la lluvia de la tarde. El autor es el maestro David Nepomuceno Limón, quien caminó durante años por las zonas rurales llevando la luz de la cultura a los niños, y ha disfrutado la bella región de las grandes montañas desde la infancia. Con sus vivencias, con su percepción de la naturaleza- como se puede ver en Una experiencia inolvidable- y con su talento creativo, nos deleita a través de 21 cuentos.

Por el aire es el cuento que ocupa el lugar final de la serie. Hace referencia al paseo que se realiza en el teleférico, un sistema de transporte aéreo con cabinas en movimiento que cuelgan de cables y que transportan a determinada altura, haciendo que quienes lo utilizan gocen de un paisaje encantador. El cuento trata de la abuela que cumple setenta y cinco años. Dos de los nietos le celebran con un recorrido por lugares gratos. La suben al teleférico pero no es ese su mejor entretenimiento. Primero se molesta con ellos y luego perdona el atrevimiento. El autor concluye diciendo que la sonrisa de la abuela se veía como “un rayo de sol después de la lluvia de la tarde”, frase que toma para ponerle título a su libro.

Algunos escritores crean personajes que reflejan su propia personalidad, y no son pocos. Al leer las historias logra sentirse que ahí dentro están ellos mismos. En el ramillete de cuentos de los que aquí se habla se encuentra Remodelación, que si bien describe la ampliación de arterias urbanas para mejorar el tránsito de vehículos, se interna en la subjetividad de Gregorio como protagonista. Lo define como persona de la tercera edad a quien le gustaba escribir anécdotas y relatos de lo que ocurría en el pueblo.

La narración se hace intensa cuando aparece junto a él otro hombre más o menos de la misma edad pero con vestuario de apariencia antigua, de mirada penetrante, que le dijo de manera pausada: “Si usted escribe, haga algo para permanecer en la mente de los demás, no haga de su trabajo un inventario de acciones pasivas desprovistas de emotividad”. Luego nos dice que ese encuentro no sabe si fue   realidad o producto de un sueño. En verdad se trata de una honda reflexión sobre el papel de un ser humano preocupado por su hacer, por la necesidad de trascender. Termina diciendo que se alejaba con la idea de haber tenido contacto con alguien que olía a eternidad. Me parece que este es Gregorio David.


En fin, cada uno de los cuentos que integran el conjunto de Un rayo de sol después de la lluvia de la tarde, tiene un valor, una enseñanza, un misterio, un mensaje y una vivencia que se recrea con los elementos de un bello paisaje. Pero, además, a mí me parece que son textos bien hilados y bien escritos; auténticos cuentos que nacen de un trabajo cuidado y que son pulcros como piezas literarias.  

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