Por Lisardo Enríquez
L.
Una buena manera de entrar al
libro de cuentos Corriendo tras el viento
de la maestra y escritora Angélica López Trujillo, está en el primer enunciado
de El Cuaz que dice: Contar un cuento
es emocionante. Comienza así: “hace muchos años existió un ser extraordinario
que se escapó de un libro de cuentos para niños”. Se trata de la historia del
legendario personaje llamado “El Cuaz”,
que es el doble de otro como él y al que mucho se parece. Pero este es otro, es
imaginario, es de ficción. Por eso es de cuento.
Obviamente, el escritor, la
cuentista en este caso, hace uso de las palabras y frases propias de una
cultura que ha vivido. Así encontramos en este cuento que “El Cuaz era el alma de la fiesta, el sabor del mole, el vértigo
del pulque curado con pitayas...” Nuestro personaje usaba una mascada al
cuello. Su fuerte era mostrar billetes a los demás y hacer un juego con ellos.
Al final regresó al libro del cual salió porque sufrió por amor.
En otro cuento titulado La señora de la curva, la autora, que
forma parte del Club de Escritoras de Xalapa, teje con palabras la historia de
una mujer que cura del mal de ojo, de espanto, del cuajo, de aljorra, caída de
mollera, mal aire, empacho, alferecía, quebranto y otros males. Describe “el
consultorio” lleno de veladoras encendidas con espesas cortinas de incienso.
Una descripción puntual de lo que en muchos lugares constituye la forma de
atender estos males en un pueblo, pero a
través de la ficción literaria.
Corriendo
tras el viento es un libro con 32 cuentos bien escritos que
vienen de una pluma creativa; de imaginación combinada con recuerdos. Angélica
nos contagia una idea de percepción literaria de los sentidos. Hay dos cuentos
sobre este tema. El primero de ellos es La
magia del olfato.Trae a cuento que tiene la seguridad de haber viajado en
el pasado a través de los olores. Vio a la abuela sacando del baúl sus ropas de
gala que olían a alcanforina; percibió el olor de la creolina que actúa como un
insecticida para preservar la salud de animales de la granja; los olores del
eucalipto y el ungüento del soldado; el olor del anís para la masa con la que
se preparan los buñuelos en navidad; el olor de los cirios encendidos en el
altar. Cierra esta narración diciendo que el olfato es como un mago que en su
alfombra mágica nos transporta a tiempos remotos que tienen el perfume de la
vida.
Es obligado referirse al
cuento Los ojos de Santiaguito, personaje
de encanto al que la narración del cuento adorna con la felicidad que le da a
sus ojos la luz de la Virgen María. Es la recreación de Santiaguito con una
guitarra bajo el brazo y con un bastón caminando por las calles del pueblo. El
que cruza con prudencia las avenidas donde circulan los automóviles. El que
llega a alegrar con sus canciones a los parroquianos en centros de solaz y
esparcimiento. Es la admiración de los niños, es la ternura; es el alma buena
que a veces nos encontramos.
Se acepta actualmente que el
cuento es de pluralidad y que no hay una clasificación única. Sin que afirme
alejamiento de la imaginación pura como en ciertos cuentos de Borges, por
ejemplo, aquí se podría decir que muchas de estas piezas están impregnadas de
un realismo regional costumbrista. El escritor acude constantemente a los
hechos autobiográficos, al recuerdo familiar y a los temas de raigambre popular
de la vida durante la niñez y la adolescencia. Un crítico español ha dicho que
en la mayoría de las situaciones narrativas el autor se apoya en algún hecho
real, en una experiencia propia o ajena o en un recuerdo.
En los cuentos de Corriendo tras el viento los lectores
hallarán mucho de lo expresado anteriormente, con el aderezo propio de la
creación literaria desarrollada por Angélica López Trujillo. Se trata de un
libro para seres sensibles. Es recomendable adquirirlo y sobre todo leerlo.
Felicidades Angélica por contagiarnos con tus sueños.
Artículo publicado el 24 de agosto de 2014 en Diario de Xalapa.
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