jueves, 27 de agosto de 2015

Correr tras el viento.



Por Lisardo Enríquez L.

Una buena manera de entrar al libro de cuentos Corriendo tras el viento de la maestra y escritora Angélica López Trujillo, está en el primer enunciado de El Cuaz que dice: Contar un cuento es emocionante. Comienza así: “hace muchos años existió un ser extraordinario que se escapó de un libro de cuentos para niños”. Se trata de la historia del legendario personaje llamado “El Cuaz”, que es el doble de otro como él y al que mucho se parece. Pero este es otro, es imaginario, es de ficción. Por eso es de cuento.

Obviamente, el escritor, la cuentista en este caso, hace uso de las palabras y frases propias de una cultura que ha vivido. Así encontramos en este cuento que “El Cuaz era el alma de la fiesta, el sabor del mole, el vértigo del pulque curado con pitayas...” Nuestro personaje usaba una mascada al cuello. Su fuerte era mostrar billetes a los demás y hacer un juego con ellos. Al final regresó al libro del cual salió porque sufrió por amor.

En otro cuento titulado La señora de la curva, la autora, que forma parte del Club de Escritoras de Xalapa, teje con palabras la historia de una mujer que cura del mal de ojo, de espanto, del cuajo, de aljorra, caída de mollera, mal aire, empacho, alferecía, quebranto y otros males. Describe “el consultorio” lleno de veladoras encendidas con espesas cortinas de incienso. Una descripción puntual de lo que en muchos lugares constituye la forma de atender estos males en un pueblo, pero  a través de la ficción literaria.

Corriendo tras el viento es un libro con 32 cuentos bien escritos que vienen de una pluma creativa; de imaginación combinada con recuerdos. Angélica nos contagia una idea de percepción literaria de los sentidos. Hay dos cuentos sobre este tema. El primero de ellos es La magia del olfato.Trae a cuento que tiene la seguridad de haber viajado en el pasado a través de los olores. Vio a la abuela sacando del baúl sus ropas de gala que olían a alcanforina; percibió el olor de la creolina que actúa como un insecticida para preservar la salud de animales de la granja; los olores del eucalipto y el ungüento del soldado; el olor del anís para la masa con la que se preparan los buñuelos en navidad; el olor de los cirios encendidos en el altar. Cierra esta narración diciendo que el olfato es como un mago que en su alfombra mágica nos transporta a tiempos remotos que tienen el perfume de la vida.

Es obligado referirse al cuento Los ojos de Santiaguito, personaje de encanto al que la narración del cuento adorna con la felicidad que le da a sus ojos la luz de la Virgen María. Es la recreación de Santiaguito con una guitarra bajo el brazo y con un bastón caminando por las calles del pueblo. El que cruza con prudencia las avenidas donde circulan los automóviles. El que llega a alegrar con sus canciones a los parroquianos en centros de solaz y esparcimiento. Es la admiración de los niños, es la ternura; es el alma buena que a veces nos encontramos.

Se acepta actualmente que el cuento es de pluralidad y que no hay una clasificación única. Sin que afirme alejamiento de la imaginación pura como en ciertos cuentos de Borges, por ejemplo, aquí se podría decir que muchas de estas piezas están impregnadas de un realismo regional costumbrista. El escritor acude constantemente a los hechos autobiográficos, al recuerdo familiar y a los temas de raigambre popular de la vida durante la niñez y la adolescencia. Un crítico español ha dicho que en la mayoría de las situaciones narrativas el autor se apoya en algún hecho real, en una experiencia propia o ajena o en un recuerdo.


En los cuentos de Corriendo tras el viento los lectores hallarán mucho de lo expresado anteriormente, con el aderezo propio de la creación literaria desarrollada por Angélica López Trujillo. Se trata de un libro para seres sensibles. Es recomendable adquirirlo y sobre todo leerlo. Felicidades Angélica por  contagiarnos con tus sueños.

Artículo publicado el 24 de agosto de 2014 en Diario de Xalapa. 

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