lunes, 11 de abril de 2016

Juan Rulfo y la palabra.



Por Lisardo Enríquez L.

En la Revista La Palabra y el hombre de la Universidad Veracruzana, Num. 35 correspondiente a los meses enero-marzo de 2016, se rinde homenaje al escritor jalisciense Juan Rulfo al cumplirse 30 años de su desaparición física, con colaboraciones de Sergio Pitol, Alberto Vital, José Miguel Barajas García, Adrián Gerardo Rodríguez Sánchez, Irlanda Villegas, Francesca Polito, Francoise Perus y José Luis Martínez Suárez. Se trata de un volumen bien combinado en imágenes y textos. Los segundos son tratados desde distintos ángulos por sus autores, con puntos de vista personales de crítica.

Inicia con el escrito Juan Rulfo: Pedro Páramo que Sergio Pitol elaboró en 1966 como prólogo para la primera edición de esta novela en polaco. El Premio Cervantes expresa en el último párrafo lo siguiente: “Una visión fatalista de la Historia, la revelación de alguna zona de la realidad mexicana, crítica del caciquismo y de sus consecuencias, las tinieblas que envuelven al espíritu del hombre, la imagen de una soledad desértica...”   

José Miguel Barajas trata la relación de la escritura de Rulfo con el poeta en lengua alemana Rainer María Rilke y con el poeta mexicano del Grupo Contemporáneos José Gorostiza. Destaca que El llano en llamas y Pedro Páramo están emparentados con la obra cumbre de cada uno de los poetas citados: con Elegías de Duino del primero y con Muerte sin fin del segundo. Es decir, se advierte en Juan Rulfo, como lo dice Barajas, que “hay la asimilación de una lectura profunda tanto de Rilke como de Gorostiza”. Barajas cita textos en los que se pueden ver las semejanzas. Incluso, las expresiones “soledad en llamas” y “páramo de espejos” del poema V de Muerte sin fin, muestran la relación de que se habla. Rulfo admiraba a Gorostiza y, además, coincidentemente, ocupó su lugar  como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Cada texto de homenaje a Juan Rulfo en La palabra y el hombre aborda una arista de importancia sobre la obra de este escritor, que en particular respecto a su novela Pedro Páramo el colombiano Gabriel García Márquez expresó: “Nunca desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka...había sufrido una conmoción semejante”. Por ello, los ensayos publicados en la revista de la Universidad Veracruzana nos invitan a releer al autor, porque seguramente encontraremos algo que no habíamos advertido antes.

En El llano en llamas (1953) y en Pedro Páramo (1955) hay una ruptura, un nuevo comienzo. La situación de nuestro país para esas fechas ya mostraba retrocesos respecto a lo que se esperaba de la Revolución Mexicana como reivindicación de las clases populares. Con el ejemplo de Comala en su novela y de sus cuentos, especialmente Luvina, Rulfo deja en la memoria lugares abandonados, pedregosos, desérticos, pueblos de tristeza, donde habitan vivos muertos o muertos vivos, no se sabe; lugares de oscuridad en los cuales aparecen personas vestidas de negro, donde un poderoso somete a todos y se burla de ellos, viola a todas las mujeres, en resumen, hace lo que quiere.


La obra de Juan Rulfo, como la de José Gorostiza, se reduce a pocos libros, pero de inmensa trascendencia. Por eso una escritora como la norteamericana Susan Sontag ha podido afirmar que la novela de Rulfo no es sólo una de las obras maestras de la literatura mundial del siglo XX, sino uno de los libros más influyentes de ese mismo siglo. 

Artículo publicado el 11 de abril en Diario de Xalapa.