Portada del libro Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento.
Bernardo García Díaz, 2016.
Por Lisardo Enríquez
L.
El producto más reciente del
trabajo de investigación del historiador Bernardo García Díaz es el libro Tlacotalpan y el renacimiento del son
jarocho en Sotavento. El historiador recupera y recrea pasajes de la
llamada Perla de Sotavento desde la época prehispánica hasta nuestros días, en
una apretada y al mismo tiempo bella descripción de sucesos económicos,
políticos, sociales, y por supuesto de las manifestaciones del arte originario
y en contacto con otras influencias que incluyen lo indígena, lo europeo y lo
africano.
Bernardo está en su plena
madurez y este trabajo lo revela. Al leer este libro pareciera que una tarde a
orillas del Papaloapan se puso a escribir y que en la madrugada siguiente
estaba terminado su trabajo. Así se lee, de corrido. Todavía recuerdo cuando se
inició en estas lides de la investigación con su tesis-libro sobre Santa Rosa,
un pueblo fabril del porfiriato. Vinieron después otros productos de su
investigación y no han parado. Es, además, un custodio de la historia de Santa
Rosa-Ciudad Mendoza.
Un mérito que me parece
importante de este historiador está en su gratitud al equipo que lo apoya, entre quienes está Hilda
Flores, a su institución a la que se debe, la Universidad Veracruzana, a los
autores que ha consultado en sus obras como el antropólogo tlacotalpeño del
indigenismo Don Gonzalo Aguirre Beltrán y a aquellos otros que todavía realizan
diverso tipo de trabajo de campo con quienes ha tenido cercanía personal y a
través de sus escritos, como es el caso de Antonio García de León, por citar
dos casos relevantes.
Pues bien, en esta obra del
2016, García Díaz nos lleva de la mano a conocer Tlacotalpan en su historia
bañada por el río de las mariposas, el que le ha prodigado vida y ensueño, pero
también el que le ha ocasionado grandes inundaciones en el pasado y con ello
daños. Recorremos la trascendencia que le dio la navegación para el comercio
con el algodón, el azúcar, las maderas y el ganado. Nos asomamos a la riqueza
pesquera que mucho sirvió como alimento a sus pobladores.
Pero Bernardo tiene un
espíritu musical en su ser más íntimo, y ello le hace convivir con quienes
enaltecen su cultura por la música. Así es el caso de su incursión al son
jarocho. Primero señala cuando inició este ritmo vinculado desde su origen al fandango
campirano del sotavento allá por 1692 y de ahí a los siglos siguientes, unas
veces con más fuerza y otras bajando su intensidad.
De esta manera hace un
recuento detallado de lo que ha sido el renacimiento del son jarocho en
Tlacotalpan, en general en todo el Sotavento e incluso más al sur, a partir de
1980, o sea, hace poco más de dos décadas y media. Destaca al Grupo Mono Blanco
como pilar de este renacimiento por ser de los iniciadores del movimiento
jaranero, grupo que ha dado origen a otros como Son de Madera y Chuchumbé. Por
supuesto registra personajes destacados en la interpretación musical, voz
cantante, versificación, así como bailadoras y bailadores de tarima.
Y así, describe lo que es el
ya legendario Encuentro de Jaraneros en las fiestas de la Candelaria, los
encuentros jaraneros en otras latitudes del sotavento, en el sur de Veracruz y
en Tuxtepec, Oaxaca. En Tlacotalpan el Grupo Siquisirí con su estilo, sones
tradicionales y composiciones propias y los grupos actuales que vienen haciendo
labor no sólo musical sino de promoción y defensa de lo suyo. En la décima
también se cita a los hombres y mujeres de talento, como es el caso
sobresaliente de Don Guillermo Cházaro Lagos.
Este libro, en el que tienen
un lugar especial magníficas fotografías de Mariana Yampolski y de otros buenos
maestros de la fotografía, los interesados lo pueden adquirir en las
instalaciones del Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales de la U.V.
Artículo publicado en Diario de Xalapa el 22 de agosto de 2016.