Por Lisardo Enríquez
L.
Durante largas décadas, en
México han estado ausentes hombres y mujeres con verdadera convicción
patriótica al frente de las acciones políticas de gobierno; ha venido
prevaleciendo la actitud pragmática, sin ideales, sin una real preocupación por
los problemas nacionales y comunitarios; pero no siempre ha sido así. En este
país también han nacido auténticos patriotas, muchos de los cuales han dado su
tiempo, su inteligencia, su decisión y su sangre por un mejor estado de cosas
para el porvenir de su pueblo. Tal es el caso, entre muchos otros, de Salvador
Alvarado Rubio, nacido en Culiacán, Sinaloa en 1880, quien recorrió por
necesidades propias y por su entrega a las mejores causas del país buena parte
de nuestro territorio.
A los 8 años de edad se fue
con sus padres a vivir al poblado de Pótam, Sonora. Convertido en joven estuvo
en el Puerto de Guaymas trabajando en una farmacia y luego estableció una
botica propia en Cananea. En este mismo lugar se dedicó al comercio. En esta
etapa de su vida descubrió lo que sería una de sus grandes pasiones: la
lectura. Por sus inquietudes e intereses sociales en Cananea se incorporó al
Partido Liberal Mexicano y se convirtió en divulgador de las ideas de Ricardo
Flores Magón.
En 1910, en una de las
acciones precursoras de la Revolución Mexicana, participó en el frustrado
ataque al cuartel militar de Hermosillo. Más tarde se incorporó al movimiento
armado que encabezó Francisco I. Madero, en cuya lucha obtuvo los grados de
Mayor y después de Teniente Coronel. Más tarde se sumó al ejército
constitucionalista con Venustiano Carranza obteniendo primero el grado de
Coronel y luego el de General. Fue Jefe de la Zona Central de Sonora y más
adelante se encargó de reorganizar las tropas militares de Puebla y Tlaxcala.
Posteriormente, el Primer
Jefe del Ejército Constitucionalista lo nombró comandante militar del estado de
Yucatán para luchar en contra de Abel Ortiz Argumedo que se había levantado en
armas desconociendo al poder establecido. El 19 de marzo de 1915 derrotó a este
usurpador y asumió el cargo de gobernador y comandante militar de Yucatán. Esta
es la parte más conocida de la vida del General Salvador Alvarado, porque durante
su gobierno realizo una gran obra revolucionaria. Gobernó Yucatán de 1915 a
1917 y en ese lapso realizó profundas reformas legislativas, agrarias, laborales,
económicas, educativas y culturales.
Sin embargo, estaba
destinado a otras responsabilidades. Poco antes de concluir su encargo de
gobernador fue nombrado comandante militar de una parte importante del sureste
y del Istmo. En este puesto fue que desempeñó propiamente su última relación
con Carranza. Éste, como otros encumbrados en “el poder”, le impidió seguir en
ascenso político porque le resultaba peligroso, como ocurrió también con
Francisco Villa.
En su última etapa fue amigo
y cercano colaborador de Adolfo de la Huerta, por quien secundó una Rebelión en
la cual fue traicionado y asesinado el 10 de junio de 1924, entre Tenosique,
Tabasco y Palenque, Chiapas. Salvador Alvarado fue un destacado militar,
revolucionario y estadista, un patriota ejemplar.
Artículo publicado el 29 de mayo en Diario de Xalapa.
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