sábado, 3 de junio de 2017

Salvador Alvarado.



Por Lisardo Enríquez L.

Durante largas décadas, en México han estado ausentes hombres y mujeres con verdadera convicción patriótica al frente de las acciones políticas de gobierno; ha venido prevaleciendo la actitud pragmática, sin ideales, sin una real preocupación por los problemas nacionales y comunitarios; pero no siempre ha sido así. En este país también han nacido auténticos patriotas, muchos de los cuales han dado su tiempo, su inteligencia, su decisión y su sangre por un mejor estado de cosas para el porvenir de su pueblo. Tal es el caso, entre muchos otros, de Salvador Alvarado Rubio, nacido en Culiacán, Sinaloa en 1880, quien recorrió por necesidades propias y por su entrega a las mejores causas del país buena parte de nuestro territorio.

A los 8 años de edad se fue con sus padres a vivir al poblado de Pótam, Sonora. Convertido en joven estuvo en el Puerto de Guaymas trabajando en una farmacia y luego estableció una botica propia en Cananea. En este mismo lugar se dedicó al comercio. En esta etapa de su vida descubrió lo que sería una de sus grandes pasiones: la lectura. Por sus inquietudes e intereses sociales en Cananea se incorporó al Partido Liberal Mexicano y se convirtió en divulgador de las ideas de Ricardo Flores Magón.

En 1910, en una de las acciones precursoras de la Revolución Mexicana, participó en el frustrado ataque al cuartel militar de Hermosillo. Más tarde se incorporó al movimiento armado que encabezó Francisco I. Madero, en cuya lucha obtuvo los grados de Mayor y después de Teniente Coronel. Más tarde se sumó al ejército constitucionalista con Venustiano Carranza obteniendo primero el grado de Coronel y luego el de General. Fue Jefe de la Zona Central de Sonora y más adelante se encargó de reorganizar las tropas militares de Puebla y Tlaxcala.

Posteriormente, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista lo nombró comandante militar del estado de Yucatán para luchar en contra de Abel Ortiz Argumedo que se había levantado en armas desconociendo al poder establecido. El 19 de marzo de 1915 derrotó a este usurpador y asumió el cargo de gobernador y comandante militar de Yucatán. Esta es la parte más conocida de la vida del General Salvador Alvarado, porque durante su gobierno realizo una gran obra revolucionaria. Gobernó Yucatán de 1915 a 1917 y en ese lapso realizó profundas reformas legislativas, agrarias, laborales, económicas, educativas y culturales.

Sin embargo, estaba destinado a otras responsabilidades. Poco antes de concluir su encargo de gobernador fue nombrado comandante militar de una parte importante del sureste y del Istmo. En este puesto fue que desempeñó propiamente su última relación con Carranza. Éste, como otros encumbrados en “el poder”, le impidió seguir en ascenso político porque le resultaba peligroso, como ocurrió también con Francisco Villa.

En su última etapa fue amigo y cercano colaborador de Adolfo de la Huerta, por quien secundó una Rebelión en la cual fue traicionado y asesinado el 10 de junio de 1924, entre Tenosique, Tabasco y Palenque, Chiapas. Salvador Alvarado fue un destacado militar, revolucionario y estadista, un patriota ejemplar.

Artículo publicado el 29 de mayo en Diario de Xalapa. 

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