En un momento difícil para
Venezuela, ocasionado por las afectaciones de las lluvias torrenciales de 1999
en que se declaró estado de emergencia en algunos estados de ese país, los
miembros de la organización Banco del
Libro crearon el proyecto “Leer para
vivir”, usando una frase concebida por el escritor francés Gustavo Flaubert, para que mediante la lectura
la población recuperara la esperanza en la reconstrucción de sus comunidades.
Y si bien en una situación
como aquella los libros fueron útiles para brindar una terapia a las personas,
es decir, constituyeron el medio para proveer un alivio espiritual; en nuestro
país hay muchas y muy diversas circunstancias por las cuales ese alimento
debiera llegar a todos los habitantes mayores de 6 o 7 años. Pero no es así,
llega a muy pocos. Las estadísticas han revelado que los lectores en México
constituyen una cifra mínima de la población total. Incluso, entre quienes
poseen certificados y títulos no son tantos los lectores que vayan más allá de
los libros obligados de texto en el caso de estudiantes y especializados en
tratándose de profesionales.
Este tema resulta oportuno
porque se acerca el Día Internacional del
Libro instituido por la UNESCO, el cual se celebra cada 23 de abril desde 1996.
La fecha se hace coincidir con la del fallecimiento de tres grandes hombres de
las letras: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso
de la Vega. Uno de los propósitos de esta conmemoración es fomentar la lectura,
que a pesar de nobles esfuerzos sigue siendo terreno virgen en México.
Hace falta una fuerte
promoción de la lectura en todos los espacios y medios en el país. La lectura
puede generar una revolución cultural si se hace con decisión, de manera
sistemática y con un gran entusiasmo prolongado en el tiempo. Para esto es
necesario sentar las bases, pero en serio, sin arrogancia y sin fanfarronadas.
Si verdaderamente vamos a mejorar la educación tenemos que empezar por darle su
lugar a la lectura dentro y fuera de la escuela. Porque esta tarea tiene que
envolver a la sociedad toda, empezando por cada uno de los servidores públicos
de los diferentes niveles y áreas.
Es necesario llenar todos
los espacios públicos de mensajes que inviten a la lectura, en la televisión,
en la radio, en el cine, en los periódicos y revistas, en espectaculares como
los que con tanta rapidez ponen los candidatos a puestos de elección popular, y
en todas las formas en las que sea posible de acuerdo a las características de cada
núcleo de población. Por cierto, al sistema educativo le hace falta dedicarse a
formar lectores en todos los niveles, cosa que no se hace y que no es culpa principal
de los maestros de grupo. Es indispensable
que en las escuelas normales operen
talleres de lectura en forma permanente para todos los alumnos, en lugar de que
se piense en cerrarlas.
La lectura tiene que estar
en el centro de las preocupaciones de todos los servidores públicos,
especialmente de quienes trabajan para la educación y la promoción y difusión
de la cultura. En cuanto a los maestros tiene que ser su actividad esencial en
lo personal y en lo profesional. La lectura da a las personas otra perspectiva
de su existencia, por eso, hay que “Leer
para vivir”.
Artículo publicado en Diario de Xalapa el 16 de abril de 2013.
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