Movimiento magisterial en Xalapa, Ver.
Para Lucas Martínez
Torres y Amadeo Pérez Quiroz
En recuerdo de 1971 y
1974.
Por Lisardo Enríquez
L.
Habían opinado los expertos,
los investigadores, los estudiosos del fenómeno educativo, meses antes de “Las
reformas”, que en esta materia no había que simplificar. Pero a mi manera de
ver desde entonces las opiniones no importaron, se actuó simplificando a partir
de inculpar a los maestros como los responsables únicos de las deficiencias educativas
del país. Por supuesto no son los únicos responsables, y tal vez son quienes
menos culpa tienen de lo que ocurre dentro del sistema más amplio en el que no
hay mucho que sirva de ejemplo a la ciudadanía y menos a los niños y jóvenes
que es a quienes debiera estimular.
Miguel Limón Rojas,
Secretario de Educación Pública de 1995 a 2000 dijo hace poco más de un año: “...descalificar a la educación pública por las grandes debilidades que
existen, por los muchos asuntos que ameritan reprobación y correctivos no tiene
que llevar a desconocer el valor del trabajo que realizan decenas de miles de
maestros respetables, que hacen su tarea responsablemente en las escuelas del
país. Esto no puede ser desconocido”.
Se habló de mejorar la calidad educativa pero
en los hechos se comenzó por hacer cambios en materia constitucional y en
general de legislación en sentido opuesto a lo que decían, entre otros, Limón
Rojas. La información a través de la televisión ha sido de lo más vil y
despreciable por decir lo menos, y algunos
personajes entrevistados se mostraron más como buscapleitos que como
altos funcionarios de gobierno. Todas esas actitudes
resultaron graves para quienes de momento quedaron arrinconados como el oprobio
de la nación: los maestros.
A la población mexicana y a
los maestros en particular se les trató como gente de escasa inteligencia. Se
dijo que no estaban informados, que no conocían las propuestas. Muchos medios
informativos, especialmente las grandes cadenas televisivas, contribuyeron a
denostar al magisterio, con intereses muy concretos de una visión empresarial.
Quedó demostrado después, en parte por las prisas con que se actuó, que muchos
“legisladores” eran los que no conocieron el contenido de aquello por lo que
votaron a favor. Votaron por otras razones que debieran aclarar con sinceridad a
quienes los eligieron.
A los trabajadores de la
educación, como a los de otros sectores, se les ha controlado a través de un
sindicato. El gobierno en turno se ha servido de dirigentes sindicales para “controlar
a las masas” y algunos lo han presumido a través de grandes concentraciones en lugares
escogidos para el lucimiento personal, según conviene al momento. Por supuesto
ese servicio ha tenido jugosas retribuciones. Pero en cada sindicato siempre ha
habido voces de denuncia. En el Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE) hubo hace mucho tiempo un movimiento disidente encabezado por
el Profr. Othón Salazar. Y han surgido otros que no voy a citar por ahora,
algunos de carácter regional o local. Hasta que nace la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación como órgano disidente dentro del propio SNTE,
que es la que ha dado la batalla como instancia democrática en varios estados
del país, entre ellos Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas durante más de dos
décadas, con estrategias que a muchos no les agradan.
Las iniciativas del gobierno
correspondientes a este año, cuya finalidad sí advirtieron los maestros, dieron
cauce y causa al desbordamiento de la inconformidad. Y no fueron los
comunistas, ni el EPR, ni el EZLN, ni intruso alguno el que dio “línea” a los
maestros para que dejaran las aulas y salieran a la calle. Fueron las medidas
que se estaban emprendiendo en el gobierno. Eso lo saben muy bien quienes
defendieron las propuestas reformistas, pero sus declaraciones eran para
ganarse a los ciudadanos que realmente estuvieran al margen de estos
acontecimientos y que prefieren callar o aceptar las cosas como vienen “para no
meterse en problemas”.
Lo cierto es que la protesta
del magisterio pidiendo la abrogación de las reformas a los Artículos 3º y 73
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como la de las
llamadas leyes secundarias, se generalizo por todo el país. No se recuerda en
el pasado reciente una movilización de tal magnitud. Este es un movimiento
inédito. Es mucho lo que puede decirse a nivel nacional y por entidad
federativa. Independientemente de lo que suceda en las semanas y meses por
venir, este movimiento, que ha sido inédito, ya quedó registrado por la
historia. Como han dicho algunos analistas: después de esto ya nada será igual.
El movimiento no tuvo un
nivel más orgánico porque salió de la espontaneidad, pero es mucho lo alcanzado
durante su desarrollo. Sobre la marcha surgieron estrategias y coordinación que
han demostrado madurez, capacidad, talento e inteligencia de sus actores, no
obstante, o a pesar de las tácticas de quienes tienen todo para acallar la
protesta. En el estado de Veracruz tal vez sea más inédito que en otros lugares.
Un estado donde no se había visto un fenómeno de esta naturaleza: marchas
multitudinarias, la Plaza Lerdo “a reventar” en varias ocasiones.
Las marchas multitudinarias
se vieron no sólo en Xalapa, sino en muchas otras ciudades del estado, entre
ellas Tuxpan, Veracruz-Boca del Río, Orizaba, Córdoba, Minatitlán y
Coatzacoalcos, pero no las únicas. Maestros estatales y federales juntos, de
todos los sindicatos pero sin siglas y sin dirigentes “formales”. Maestros
urbanos, maestros rurales, hombres, mujeres, jóvenes, de mediana edad, adultos
mayores. Y la ciudadanía apoyando al sonar el claxon de su automóvil, llevando
a los paristas apostados en los edificios públicos donativos como agua para
tomar, café, atole, tamales, tortas, víveres para preparar, lonas, etc.
Los maestros del aula a la
calle, bajo el sol o la lluvia; caminando o viajando; en marchas, plantones,
toma de edificios públicos, de casetas en las autopistas; de guardia o en
reuniones; de día o de noche. Alimentándose sin horario, a la hora que fuera
posible y con lo que hubiera a la mano. Todo esto después de soportar la
soberbia, el desprecio, la burla; de llevar como un estigma la sumisión;
después de ser utilizado, engañado, amenazado, mediatizado; enfrentando la
inseguridad con temor; arriesgándose a la incertidumbre y a lo que fuera, no
obstante el coraje y la decisión que afloró. A quienes se quejaron de ser
víctimas de los desmanes de los maestros revoltosos, ¿Les parece cómodo hacer
esto? ¿Creen que es sencillo? ¿Piensan que era por gusto? ¿Consideran que había
otras formas de mostrar la inconformidad? ¿Cuáles? ¿Con cuáles posibles
resultados?
Al iniciar el mes de
noviembre esto no ha terminado. Y ahora ya hay víctimas cuyas muertes es
importante aclarar. Más allá de este tributo a los maestros de México y de
Veracruz en particular, es deseable que quienes han detentado el poder
reconsideren su actuación. Los tiempos ya no son para usar los cargos públicos
con tanta soberbia, con el nepotismo que ya quedó de manifiesto al darse a
conocer los sueldos de muchos “comisionados” (que no son sueldos de maestros) y
la larga fila de parientes en plazas de la Secretaría de Educación. Ha llegado
la hora de que los funcionarios pasen por evaluaciones para acceder a los
cargos, que sean personas con probada solvencia moral y con la formación y
capacidad que se requiere para estar al frente de cualquier puesto relacionado
con la delicada tarea de la educación. En la Secretaría de Educación Pública
hace falta una persona que en algo se parezca a Don José Vasconcelos, al Lic.
Narciso Bassols o al escritor Jaime Torres Bodet. Cuando menos en algo.
Artículo publicado el 15 de noviembre en La Jornada Veracruz.
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