Por Lisardo Enríquez
L.
Lo más recomendable en una
sociedad que se precie de democrática, es que los temas públicos, los problemas
que enfrenta esa sociedad, se ventilen a través del debate entre los actores
involucrados. En cuanto al tema de la educación, están los propios maestros,
los padres de familia y los estudiosos del fenómeno, entre otros, de quienes hay
que recibir opinión. Miguel Limón Rojas, quien fue secretario de educación
pública, dijo en el año 2012: “descalificar a la educación pública por las
grandes debilidades que existen, por los muchos asuntos que ameritan
reprobación y correctivos no tiene que llevar a desconocer el valor del trabajo
que realizan decenas de miles de maestros respetables, que hacen su trabajo
responsablemente en las escuelas del país. Esto no puede ser desconocido”.
La forma insultante en que
se anunció lo que llamaron reforma educativa, que como ya se sabe fue en un
comienzo solamente una reforma estrictamente constitucional, hizo que incluso
los profesores más ajenos a la protesta y más dedicados a su labor profesional,
salieran a la calle a oponerse a esas maneras impropias de hacer y decir las
cosas. Claro que cuando apareció el garrote, los caballos azules, los perros
guardianes y los bastones eléctricos, muchos maestros y maestras vejados
regresaron a su escuela, guardaron silencio ante la fuerza que los avasalló.
Continuaron la lucha quienes tienen una formación política y han participado
por años en las lides por la democracia.
Una alternativa que tomaron
muchos de ellos ante la cerrazón para escuchar sus demandas fue anteponer un
amparo. Pero no se sabía con certeza si ese trámite seguiría su curso. Lo que
hasta hace unas semanas se veía es que todas las reformas quedarían intocables
a través de un poder omnímodo, visto como algo totalizador, en donde no se veía
lo que se da en llamar los tres poderes. Pero el viernes 22 de este agosto se
hizo público que el Poder Judicial Federal, a través de juzgados de distrito
admitió demandas de amparo en contra de la Reforma Educativa, por lo menos en
lugares como Cholula, estado de Puebla y en el estado de Veracruz, correspondiendo
a éste último un total de 6,000 maestros amparados.
Desde luego esto aún no
termina. A la resolución de los juzgados en esta materia poca difusión se le ha
dado. Escasa información ha aparecido al respecto. Un columnista del sur dijo
que a estos maestros aunque presenten examen y lo reprueben, la SEV no podrá
aplicarles la ley de armonización educativa, y que ni modo. La realidad es que
en este sector hay diversos niveles de responsabilidad, cada uno de los cuales debe verse cómo
cumple. No son sólo los maestros de grupo, hay directores, supervisores, jefes
de sector, coordinadores, y en la estructura burocrática del nivel de
secretaría existen numerosos puestos directivos hasta el más alto nivel de
secretario. Todos ellos forman parte de la estructura educativa y como tales
deben asumir obligaciones muy específicas sobre lo que es materia educativa
empezando por lo eminentemente pedagógico.
Quienes forman parte de la
estructura burocrática no sólo deben tener responsabilidad administrativa, ni
los supervisores, coordinadores y jefes de sector. Estas últimas tres figuras
tienen que asumir su función eminentemente pedagógica asesorando a los maestros
de las escuelas, visitándolas constantemente. Hay muchos supervisores que ni
siquiera conocen las escuelas a su cargo. Actúan a distancia. Si desde antes
esto se hiciera, no habría necesidad de tanta denigración a los maestros de
escuela.
De la noticia de los
amparos, como dice el maestro Noé de Minatitlán, con quien coincido en su
opinión, esto: “coloca a la legalidad sobre los atropellos de la prepotencia de
quienes tienen los hilos del poder”. Es decir, esta
medida hace que los ciudadanos comunes puedan tener confianza en alguien, que
no se sienta como que toda decisión es arbitraria y ahí queda. Muy bien por el
Poder Judicial Federal y los juzgados de distrito que admitieron las demandas
de los maestros.
Artículo publicado el 28 de agosto de 2014 en Diario de Xalapa.
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