martes, 2 de septiembre de 2014

Libro sobre la Escuela Rural de Misantla (1952-1960)



Presentación del libro Hubo una vez una Escuela Normal Rural en Misantla.
(Foto: Plumas Libres) 



Por Lisardo Enríquez L.

Educación es pasión, es amor, es entregarse a una causa con gusto, por el placer de servirle a los demás en el proceso de la formación y desarrollo de su personalidad. En nuestro país, esta convicción estuvo vinculada a un ideal que surgió del movimiento revolucionario en su etapa de construcción que, como dicen quienes lo vivieron y quienes lo han estudiado, mantuvo su vigencia de 1921 a 1940. En ese lapso, la educación mexicana creó tres modelos propios para atender a los campesinos, a saber: la Escuela Rural Mexicana, las Misiones Culturales y las Escuelas Normales Rurales.

El ímpetu que en ese entonces les imprimió la frescura de la Revolución Mexicana en su tendencia eminentemente popular, hizo que estas modalidades tuvieran una filosofía específica para las necesidades de los habitantes de las zonas rurales. Es así como surgen las escuelas normales rurales a partir de 1922. El plan era crear una de estas escuelas en cada entidad federativa. Su número total llegó a 29 y a partir de 1969 quedaron solamente 15. Sin embargo, su esencia como instituciones para la educación en el campo terminó en 1942, fecha en que se unificaron los planes de estudio para todo el país, con un solo enfoque en el que predomina la visión urbana.

No obstante esos cambios en los planes de estudio, maestros y estudiantes mantuvieron en alto el ideal de estas escuelas. Por eso es importante rescatar la memoria de su acción, como ahora lo hace el maestro Salvador Hernández Mejía, quien llevó a su concreción la obra Hubo una vez una escuela normal rural en Misantla, Veracruz, con 192 páginas, la cual ya fue presentada en público en la Ciudad donde estuvo operando dicha escuela, y este jueves 28 de agosto en el Salón Azul de la Unidad Interdisciplinaria de Humanidades de la Universidad Veracruzana, en donde por muchos años el autor fue maestro en la facultad de historia.

La ceremonia de presentación de este ilustrativo texto fue todo un acontecimiento. El Salón fue insuficiente para albergar al público que asistió. Pero más allá de eso, la parte formal fue solemne y no por ello dejo de permitirse los comentarios de buen humor. Coordinó la mesa el Mtro. Arqueólogo Sergio Vázquez Zárate, Director de la Facultad de Antropología de la U.V. Hubo sólo dos presentadores: la Dra, Julieta Arcos Chigo y el Mtro. Ernesto Gerardo Fernández Panes. La Dra. Julieta Arcos sostuvo que este libro es un aporte a la historia de la educación de Veracruz, que es un rescate de la vida cotidiana de Misantla y que nos proporciona lo que es el ideal de ser maestro y de lo que debe ser la escuela.

Por su parte, el maestro Panes, como se le conoce afectuosamente, mencionó que esta obra de 17 capítulos va por el sendero de lo autobiográfico y de lo anecdótico y saca a luz pública  a los protagonistas de las historias que aquí se narran. Con la experiencia militante que el maestro Panes tiene desde su primera juventud, pintó el panorama de lo que ha sido la cuestión social y política de la segunda mitad del siglo XX.

La Escuela Normal Rural de Misantla “Enrique Rodríguez Cano” inició sus actividades en el mes de agosto de 1952, teniendo como edificio escolar una casona ubicada en la confluencia de las calles Alatriste y Las Cruces, en Misantla, Veracruz, y cerró sus puertas, para ser trasladada a Ximonco, municipio de Perote, en el año de 1960. El autor, y también protagonista importante en este relato dice textualmente: “parece que el único que defendió a la normal para que no se fuera de Misantla fue su fundador: el Profr. Pablo Limón Anell; y lo paradójico, es que a él también le tocó la clausura en Perote”, en el año de 1969.


Por todo lo que expresa Salvador Hernández Mejía, el maestro, el historiador, hace falta un justo y reconocido homenaje, que puede ser a través de biografías “vivas” de los maestros Pablo Limón Anell y José Galicia Esteban, quienes fueron la semilla principal en aquella escuela de Misantla. Al autor, a quien tuve la dicha de conocer gracias a la cercanía de colaborador que tuve con el maestro Manuel Gámez Fernández, se le conoce y reconoce por el trabajo que a lo largo de los años ha realizado con sus alumnos. Eso es lo que recuerdan  muy bien Ohtli y Jessica, sus alumnos en la facultad de historia.  

Artículo publicado el 1 de septiembre de 2014 en Diario de Xalapa. 

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