Presentación del libro Hubo una vez una Escuela Normal Rural en Misantla.
(Foto: Plumas Libres)
Por Lisardo Enríquez
L.
Educación es pasión, es
amor, es entregarse a una causa con gusto, por el placer de servirle a los
demás en el proceso de la formación y desarrollo de su personalidad. En nuestro
país, esta convicción estuvo vinculada a un ideal que surgió del movimiento
revolucionario en su etapa de construcción que, como dicen quienes lo vivieron
y quienes lo han estudiado, mantuvo su vigencia de 1921 a 1940. En ese lapso,
la educación mexicana creó tres modelos propios para atender a los campesinos,
a saber: la Escuela Rural Mexicana, las Misiones Culturales y las Escuelas
Normales Rurales.
El ímpetu que en ese
entonces les imprimió la frescura de la Revolución Mexicana en su tendencia eminentemente
popular, hizo que estas modalidades tuvieran una filosofía específica para las
necesidades de los habitantes de las zonas rurales. Es así como surgen las
escuelas normales rurales a partir de 1922. El plan era crear una de estas
escuelas en cada entidad federativa. Su número total llegó a 29 y a partir de
1969 quedaron solamente 15. Sin embargo, su esencia como instituciones para la
educación en el campo terminó en 1942, fecha en que se unificaron los planes de
estudio para todo el país, con un solo enfoque en el que predomina la visión
urbana.
No obstante esos cambios en
los planes de estudio, maestros y estudiantes mantuvieron en alto el ideal de
estas escuelas. Por eso es importante rescatar la memoria de su acción, como
ahora lo hace el maestro Salvador Hernández Mejía, quien llevó a su concreción
la obra Hubo una vez una escuela normal
rural en Misantla, Veracruz, con
192 páginas, la cual ya fue presentada en público en la Ciudad donde estuvo operando
dicha escuela, y este jueves 28 de agosto en el Salón Azul de la Unidad
Interdisciplinaria de Humanidades de la Universidad Veracruzana, en donde por
muchos años el autor fue maestro en la facultad de historia.
La ceremonia de presentación
de este ilustrativo texto fue todo un acontecimiento. El Salón fue insuficiente
para albergar al público que asistió. Pero más allá de eso, la parte formal fue
solemne y no por ello dejo de permitirse los comentarios de buen humor.
Coordinó la mesa el Mtro. Arqueólogo Sergio Vázquez Zárate, Director de la Facultad
de Antropología de la U.V. Hubo sólo dos presentadores: la Dra, Julieta Arcos
Chigo y el Mtro. Ernesto Gerardo Fernández Panes. La Dra.
Julieta Arcos sostuvo que este libro es un aporte a la historia de la educación
de Veracruz, que es un rescate de la vida cotidiana de Misantla y que nos
proporciona lo que es el ideal de ser maestro y de lo que debe ser la escuela.
Por su parte, el maestro
Panes, como se le conoce afectuosamente, mencionó que esta obra de 17 capítulos
va por el sendero de lo autobiográfico y de lo anecdótico y saca a luz pública a los protagonistas de las historias que aquí
se narran. Con la experiencia militante que el maestro Panes tiene desde su
primera juventud, pintó el panorama de lo que ha sido la cuestión social y
política de la segunda mitad del siglo XX.
La Escuela Normal Rural de
Misantla “Enrique Rodríguez Cano” inició sus actividades en el mes de agosto de
1952, teniendo como edificio escolar una casona ubicada en la confluencia de
las calles Alatriste y Las Cruces, en Misantla, Veracruz, y cerró sus puertas,
para ser trasladada a Ximonco, municipio de Perote, en el año de 1960. El
autor, y también protagonista importante en este relato dice textualmente:
“parece que el único que defendió a la normal para que no se fuera de Misantla
fue su fundador: el Profr. Pablo Limón Anell; y lo paradójico, es que a él
también le tocó la clausura en Perote”, en el año de 1969.
Por todo lo que expresa
Salvador Hernández Mejía, el maestro, el historiador, hace falta un justo y
reconocido homenaje, que puede ser a través de biografías “vivas” de los
maestros Pablo Limón Anell y José Galicia Esteban, quienes fueron la semilla
principal en aquella escuela de Misantla. Al autor, a quien tuve la dicha de
conocer gracias a la cercanía de colaborador que tuve con el maestro Manuel
Gámez Fernández, se le conoce y reconoce por el trabajo que a lo largo de los
años ha realizado con sus alumnos. Eso es lo que recuerdan muy bien Ohtli y Jessica, sus alumnos en la
facultad de historia.
Artículo publicado el 1 de septiembre de 2014 en Diario de Xalapa.
podrian publicar una foto del profr. Pablo Limón Anell
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