miércoles, 3 de diciembre de 2014

El proyecto de nación mexicana.


Por Lisardo Enríquez L.

Hace tiempo que el proyecto de nación en México ha sido motivo de disputa. Desde el siglo XIX a la fecha de un lado están los conservadores y de otro los liberales con ese o con otro nombre. La lucha ha sido cruenta y  se ha derramado mucha sangre. Ha habido avances y retrocesos para unos y para otros. Los conservadores se ven como raza pura, ricos, destinados a dominar por sí mismos o a través de extranjeros de sangre azul y de billetes verdes. Los liberales, en términos generales, defienden las causas populares y los recursos con los que cuenta este país. En los tiempos más recientes, a veces se confunden conservadores con liberales. Muchos de éstos se parecen más a aquellos.

Por momentos triunfa la defensa del territorio y sus habitantes, en otros el interés puramente material para unos pocos y con cabida para grupos poderosos del exterior. Durante el siglo XX comenzó un despegue organizativo y de empuje para beneficiar a quienes protagonizaron la revolución. Pero duró bien poco. Después de 1940 y sobre todo desde los años 50 se da un cambio en el que el desarrollo se va a dar en favor de las zonas urbanas con un abandono casi total del campo, incluyendo la educación. La educación rural desaparece como tal en 1944 y las escuelas normales rurales se sostienen por el orgullo de sus actores en relación al servicio a la comunidad campesina. Más adelante se suprimen aproximadamente la mitad de esas escuelas, entre ellas la que se encontraba en Ximonco, municipio de Perote, Ver.

Con este viraje en el rumbo de la nación, durante la segunda mitad del siglo XX  se forma una burguesía empresarial en la que participan destacados políticos. El fundador del grupo conocido como Atlacomulco (del Estado de México) decía que “Un político pobre es un pobre político”. Y así se hizo escuela para no ser un pobre político con las consecuencias que hoy se conocen: oprobiosa desigualdad, retraso educativo, aparente democracia y muchos otros problemas lacerantes en un país de abundante riqueza natural y humana.

Sin embargo, desde 1982 el proyecto de nación de carácter conservador se acelera con la puesta en práctica del neoliberalismo que lleva a niveles insospechados el gobierno 1988-1994, el cual culmina con el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. El siguiente sexenio es el que deja sin apoyo a su partido y sustituye al final como vocero al Instituto Electoral para anunciar quien ganó la presidencia. Los dos gobiernos de la alternancia están plagados también de corrupción, como muestra con suficientes evidencias la periodista Ana Lilia Pérez en el libro Camisas Azules, Manos negras. De manera que si el actual dirigente del Partido Acción Nacional propone con fundamentos un programa, comisión o lo que sea contra la corrupción, debe comenzar por abrir los expedientes a los que se refiere la periodista citada.

El gobierno actual da un avance mayor al neoliberalismo a modo para las políticas norteamericanas con las reformas “estructurales”, en las cuales la opinión de los ciudadanos no se tomó en cuenta, las cámaras de diputados y senadores se blindaron como propiedad privada, las protestas se desactivaron de diversas formas y las reformas se aprobaron de manera forzada a espaldas del pueblo. Cualquier persona medianamente informada se da cuenta que estas reformas son para beneficiar a los grupos empresariales del país y del extranjero, incluyendo a los medios televisivos que le dieron cobertura y amplia difusión a favor.
De manera que el proyecto de nación actual es el de unos cuantos, los que se han beneficiado una y otra vez. Quienes lo enarbolan son los conservadores de hoy, encaramados en diversos partidos políticos. Los cambios para darle la vuelta a este estado de cosas no los pueden hacer los actuales gobernantes ni los partidos políticos de los pactos. Lo que la República requiere es otra cosa muy distinta. 

(Artículo publicado el 3 de diciembre en Diario de Xalapa)




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