Por Lisardo Enríquez
L.
Con todos los avances de la
ciencia y de la técnica alcanzados en el mundo, éste atraviesa por una crisis.
Esta crisis se manifiesta de muchas maneras en cada nación. En el caso de
México, los problemas sociales, económicos y políticos tienen síntomas que
vienen de la globalización, pero hay también otros que obedecen a diversos
factores internos. Algunos de los problemas que tienen causas internas son, por
ejemplo: la falta de definición de lo que
como mexicanos deseamos alcanzar
como desarrollo propio (no como desarrollo impuesto del exterior) en donde esté
incluida la pluralidad de grupos humanos que habitan el país, de tal manera que
en esa definición se tome en cuenta al México marginal, al México subdesarrollado.
Otro problema interno muy
generalizado que solamente se ataca de palabra o contra los enemigos personales
o “peligrosos” es el de la corrupción.
Ésta es como una serpiente venenosa de mil cabezas; quienes tienen maestría
para aplicarla son personajes que ocupan puestos públicos. Constituyen el
ejemplo a la ciudadanía, a nuestra juventud. Porque se sabe y se ve su
transformación económica personal. La gente del pueblo percibe que una persona
así va a ser severamente castigada por lo menos al concluir la función que
tiene encomendada, y ¡Oh sorpresa! en lugar de que vaya a la cárcel recibe un
cargo de mayor rango.
Casi siempre la corrupción
va de la mano con el nepotismo. Las
personas que tienen poder de decisión incrustan a cuanto pariente tienen en
puestos estratégicos (en el gobierno y en los sindicatos), y en conjunto se
encargan de tener un control absoluto de áreas de servicio, afectando a quienes
no pertenecen a esa selecta clase consanguínea que domina todo como dueña de lo
que en esencia es público, es decir, se convierten en una casta “divina”,
intocable. A lo anterior se agrega la impunidad.
Los corruptos pertenecen a una red que van tejiendo, la cual se protege mutuamente.
Por eso no hay castigo cuando aprovechan en su beneficio personal y familiar lo
que pertenece al erario público.
Por otra parte, la
globalización ha servido para “arrinconar” a los países pobres (o como se les
quiera llamar) haciendo que las poderosas empresas transnacionales impongan sus
criterios, dejando prácticamente “en cueros” a aquéllos. Se les da entrada para
que se apropien de los recursos naturales del subsuelo, y de cuanto negocio en
grande pueda estar a su disposición, como se ve actualmente en las cadenas de
tiendas, bodegas de productos y supermercados. Desde luego México pertenece a
este grupo de países, aunque algunos políticos se hagan ilusiones de que ya
casi somos una potencia mundial.
Hay una cuestión que no se
ha tratado con dignidad: la relación con los Estados Unidos. Aparte de los lacerantes
problemas internos que tenemos como una cadena en cuello, pies y brazos, los
gobiernos no han establecido una negociación de respeto con el país vecino. No
se conocen a ciencia cierta las razones, pero tiene que estar entre imitar lo
que ellos son, entreguismo sin más para congraciarse con los poderosos, carecer
de un proyecto respecto a la relación con este gigante que tenemos encima y tal
vez otras más. Pero un buen gobierno necesita tener dignidad ante los
poderosos, lo que no implica precisamente desafiarlos.
Estas cuestiones y otras no
expuestas por el momento, tienen al país postrado en una profunda crisis
institucional que comienza por el estado y ha llegado a toda la sociedad, a la
familia y a la escuela, por citar los referentes más significativos. Mientras
el Estado Mexicano no se reforme a sí mismo, no cambie radicalmente sus
entrañas, no podrán mejorar la sociedad, la familia y la educación. Se tiene
que predicar con el ejemplo. Para ello se necesitan servidores públicos probos,
capacitados y veraces, que tengan como antecedente principal la mística de
servicio y se sometan a un examen riguroso antes de tomar un cargo. El que no
cumpla correctamente con sus funciones tiene que ser retirado y el que incurra
en conductas indebidas debe ser castigado ejemplarmente. Es por donde se tiene
que comenzar si se quiere una nación correctamente desarrollada.
(Artículo publicado el 7 de julio en Diario de Xalapa)
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