jueves, 22 de agosto de 2013

Escribir para ser.


El arte de escribir.


Por Lisardo Enríquez L.

Es característica del ser humano tener conciencia de su existir, de su ser, y de su necesidad de comunicación con los demás de su especie. Por ello es tan necesario que vaya desarrollando desde edad temprana su pensamiento y su capacidad de relacionarse a través de la palabra hablada y escrita. Ese desarrollo compete primero a la familia, después (y en alto grado) a la escuela y finalmente al propio individuo. Si se aprende a pensar y a expresarse correctamente al hablar, es muy probable que se tenga mayor facilidad para escribir.

 Escribir bien es un arte cuyo dominio implica muchas dificultades. En otras palabras, escribir bien no es tan fácil como a veces parece. Para empezar se tiene que hacer uso del idioma natural, del idioma vivo, de las palabras que comúnmente se utilizan en nuestra cultura. Muchas cuestiones no se aprenden bien y no se dominan, porque las prácticas o los ejemplos con los cuales se aprendieron no fueron reales y no se ejercitaron suficientemente. Escribir requiere práctica, ejercicio constante. Por lo general, los escritores han dedicado mucho tiempo a concebir una obra, luego a escribir y escribir una primera versión, después a revisar y corregir una, dos y más veces, finalmente a darle la redacción definitiva. Pero en ocasiones se vuelve a revisar la versión definitiva, porque todavía se le encuentran palabras o frases que se deben cambiar, suprimir o agregar.

Para escribir cualquier texto, pero con mayor razón si se trata de uno con cierta complejidad, es indispensable determinar qué es lo que se desea hacer y tener una idea de cómo se quiere desarrollar. Se considera que para escribir o elaborar un texto se tienen que recorrer varias etapas que esencialmente son las siguientes: planearlo, organizar las ideas sobre el mismo, hacer un borrador (de preferencia elaborar un esquema previo), revisarlo y corregirlo hasta ver que esté completo y entendible, y ya entonces proceder a la redacción final. En términos generales, un escrito consta de tres partes en su estructura, a saber: una introducción que sirve para justificar de qué trata el escrito y para despertar el interés de quien lo lea; un desarrollo o argumentación en el que se exponen las ideas que se tienen sobre el asunto y; una conclusión o final que resume lo tratado. No es necesario que lleve estas tres palabras, salvo que el texto así lo requiera.

Un escrito debe tener claridad, coherencia, precisión y sencillez, lo cual se alcanza después de mucha práctica de escribir. Las ideas deben expresarse de manera lógica, estar explicadas en forma que se comprendan y ser lo más puntuales o exactas que sea posible. Hay que evitar los rodeos en la expresión. Alguien ha dicho que la más bella frase es la más breve. Don Ermilo Abreu Gómez, el autor de Canek, escribió que la precisión “sólo se consigue con el tiempo” y la sencillez “sólo se consigue con muchísimo tiempo”. Pero escribir es parte de la esencia humana. Precisamente esta esencia es el ser, palabra que viene de “es”, que significa existir, encontrarse en la realidad y ser auténtico en un devenir, en un proceso, en un movimiento permanente de mejoría individual.

El escritor mexicano Julio Torri dejó escrito en uno de sus breves ensayos lo siguiente: “Escribe luego lo que pienses. Mañana ya será tarde. Tu emoción, tu pensamiento se habrán marchitado”. Así es que hay que poner manos a la obra. Hay que escribir y encontrar el gusto por hacerlo, igual que en la lectura, que por cierto, es uno de los mejores estímulos para escribir. Claro, hay que tener siempre un buen diccionario cerca.

Ahora insisto, en la formación inicial y en la actualización de los maestros es fundamental crearles el hábito de la lectura y el de escribir, sino ¿cómo van a formar a los niños y a los jóvenes para que sean lectores y para que escriban?


(Artículo publicado en Diario de Xalapa, 22 de agosto de 2013).

miércoles, 21 de agosto de 2013

Santiago Tuxtla y su región


Cabeza Colosal Olmeca, Santiago Tuxtla. 

Por Lisardo Enríquez L.

La exuberancia natural de la zona de Los Tuxtlas sólo puede percibirse y disfrutarse cuando se está ahí. Bosques, playas, lagos, ríos, cascadas, pantanos y color verde de distintas tonalidades por todos lados. Otro tanto hay que decir de su historia: de la época prehispánica, de la colonia, la independencia, la revolución y más capítulos como las erupciones que tuvo el volcán San Martín en 1664 y en 1793. Con seguridad lo que más se puede exaltar de las decisiones de gobierno es que se ha declarado reserva de la biósfera a esta  porción única de la selva húmeda de la costa del Golfo de México.

Dentro de esta hermosísima región se encuentra la ciudad de Santiago Tuxtla con su aspecto colonial. De una primera vista en su interior se capta la combinación prehispánica con la colonial; asiento de los legendarios Olmecas y parte importante del dominio de Cortés, sus descendientes y de otros de los conquistadores. En el centro del parque se luce una imponente Cabeza Colosal Olmeca, la de mayor tamaño de las encontradas hasta hoy, y su museo, muy cerca de ahí, diseñado con buen gusto e integrado con valiosas piezas. En éste también se localizan algunos libros de importancia como la Breve historia de Santiago Tuxtla escrita por Héctor Luis Campos, director fundador del grupo de música tradicional (jaraneros) Río crecido, y Rafael Santiago.

En torno al origen del nombre Tuxtla existe una discusión que no ha concluido. Muchos aprendimos que proviene del náhuatl tochtli o tuchtli, conejo, y tlan, lugar, con lo cual podría ser lugar de conejos, junto al conejo o abundancia de conejos. Pero con los autores de este libro vemos que hay otras interpretaciones. Se dice, por ejemplo, que esta palabra viene de tochtla, que toch o toche significa armadillo, y que por lo tanto sería lugar donde abundan los armadillos. Otra interpretación es aquella que varios investigadores retomaron de lo que unos ancianos originarios dijeron allá por 1580 respecto a que tuztla significa cabeza ancha, por lo cual sería tierra de caras o cabezas anchas. Varias de las interpretaciones tienen su fuente más remota en la lámina 46 del Códice Mendocino. Campos y Santiago refieren, lo cual se ve muy lógico, que en el documento de referencia aparece un pájaro amarillo y junto la palabra tuztlan, que puede derivar de tostli, cosa muy amarilla, y tlan, lugar, es decir, lugar donde abundan los pájaros amarillos.

Por otra parte, Santiago es el santo patrono, nombre que le viene de la época de la Colonia. Se dice que buena parte de los españoles pertenecían a la orden de Santiago. Por esta razón a varias poblaciones conquistadas por ellos se les puso el nombre del apóstol, el cual está montado en un caballo blanco y con una espada que apunta a lo alto. El nombre compuesto inicialmente fue Santiago de Tuztla. Es un nombre que representa la unidad de las dos culturas, la indígena y la española.


Por las condiciones que le dio la naturaleza, esta región es rica en su flora y su fauna y en los lugares que se pueden admirar y disfrutar. Pero también de inmediato se ve que ha faltado visión y apoyo para darle un alto desarrollo para el turismo, construyendo buenas carreteras así como otras obras de infraestructura que deben hacerse a partir de la participación directa de sus propios pobladores.

(Artículo publicado el 16 de agosto de 2013 en Diario de Xalapa).

Estimular la curiosidad y la creatividad en el proceso educativo.

                                                        

Albert V. Báez. 

                           Por Lisardo Enríquez L.


Una de las acepciones de la palabra educar viene del latín educare que se compone de ex (fuera) y ducere (sacar, extraer, desarrollar, desenvolver). Por lo tanto, incidir en la formación de los individuos implica estimular o incitar las facultades y las capacidades que potencialmente tienen todos los seres humanos desde pequeños, pero que requieren de descubrimiento y ejercicio. Es en este sentido en el que seguiré insistiendo que los mexicanos tenemos una filosofía muy clara y correcta, a la cual sólo falta darle cabal cumplimiento en los hechos. Me refiero a los postulados del Artículo Tercero Constitucional que a la letra dicen en lo esencial: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano...”

Pues bien, el físico experimental, ambientalista y educador Albert V. Báez, nacido en México y educado en los Estados Unidos de Norteamérica, nos dejó ideas muy concretas al respecto. Dijo: “He llegado a la conclusión que mejorar la calidad de vida, la educación en general-y la educación científica en particular-debería generar cuatro cualidades importantes en el estudiante: Estas son curiosidad, creatividad, competencia y compasión”. En este pequeño texto se abordarán únicamente las dos primeras.

La curiosidad tiene que ver con la necesidad, deseo o motivación para averiguar algo, para saber algo, para buscar experiencias nuevas que suponen retos, para interrogar y buscar explicaciones, para dudar y seguir buscando, para cuestionarnos todas las cosas. La curiosidad nos lleva a saber y a comprender. Pero como dice Pablo Latapí, “La curiosidad, una facultad extraordinariamente poderosa en todo niño o niña y en todo joven, y desafortunadamente olvidada en la pedagogía instruccional predominante”.

 La creatividad por lo general tiene su origen en la curiosidad y conduce a la invención de cosas y de procedimientos que no se conocían antes. Las personas creativas tienen entre sus características ser imaginativas, críticas, tenaces y con una amplia capacidad de decisión, entre otras cualidades. El Dr. Báez nos habla de los niveles en que se ponen de manifiesto estas cualidades, de la manera siguiente: “Se ha dicho que la ciencia explora lo que es y la tecnología crea aquello que no ha existido nunca antes. La creatividad es, por lo tanto, la característica de la tecnología del mismo modo en que la curiosidad es la característica de la ciencia. No se puede generar ciencia sin ser curioso y no se puede generar tecnología sin ser creativo”.

Ya Piaget decía que “Las funciones esenciales de la inteligencia consisten en comprender e inventar”, lo cual nos hace ver la importancia que tiene en la educación estimular la curiosidad y la creatividad. Por supuesto que es fundamental preparar a los maestros con las herramientas necesarias para lograr estos propósitos y darles el lugar que les corresponde en la actividad educativa.

(Artículo publicado en Diario de Xalapa el 21 de septiembre de 2012).

miércoles, 14 de agosto de 2013

Movimiento precursor de la Revolución Mexicana.


Fragmento del mural "La historia de México: de la Conquista al futuro".
 Diego Rivera. 1929-1935.
Palacio Nacional, Ciudad de México.

Por Lisardo Enríquez L.

El porfirismo representaba en las últimas décadas del siglo XIX  y en los inicios del siglo XX, la negación de un pasado de gloria que habían dejado los liberales de la Reforma, y antes los grandes libertadores de la independencia.  El régimen porfirista veía a México como un país poderoso, pero lo creía posible justificando los privilegios de los ricos, dando prerrogativas al capital extranjero, y aplicando una política autoritaria y dictatorial que, según su punto de vista, anulara el desorden que  se había vivido durante más de medio siglo. De esa manera, lo que ocurrió en la realidad es que se suprimieron las libertades y los derechos de la mayor parte de la población y, como en cualquier dictadura, lo que prevaleció fue un  autoritarismo atroz, como lo relata en toda su crudeza el periodista norteamericano John Kenneth Turner  en su libro México Bárbaro.

Aparte de pocos y grandes terratenientes, la dictadura creó una burguesía que fue, a su vez, el sostén de esa misma dictadura. Pero este régimen no fue capaz de crear una clase media  ni urbana ni rural, ni una industria nacional. Las empresas y el comercio estaban principalmente en manos de extranjeros. Un dato concreto de cómo estaban las condiciones económicas en aquella época, revela por qué se empezó a generalizar aún más el descontento en el país en esas fechas: La tasa de crecimiento en la producción de la industria entre 1900 y 1910 bajó de manera drástica en relación con la que correspondió al decenio 1890-1900. Es decir, la economía vino a menos haciéndose más grave la pobreza, las libertades se suprimieron y sólo se hacía presente la fuerza del poder político y militar.

El Estado democrático desapareció y se sustituyó por el poder absoluto, dictatorial y personalista del Gral. Porfirio Díaz. Los derechos y libertades se volvieron efectivos solamente para el pequeño grupo de allegados a él, y como consecuencia también desapareció el sufragio universal. El pueblo fue anulado de la vida política.

Uno de los primeros señalamientos sobre  lo falso de esa estructura de privilegios, fueron las ideas  de  Wistano Luis Orozco, abogado jalisciense, quien en 1895, con las armas del conocimiento jurídico, abrió las posibilidades para el desarrollo del pensamiento de oposición, al poner en evidencia que la propiedad de grandes extensiones de tierra no estaba fincada  en el esfuerzo de quienes la detentaban, sino en la miseria de todos los demás.

Es así como se inicia el Movimiento Precursor de la Revolución Mexicana, considerando a éste como la totalidad de antecedentes de carácter político de la Revolución, que incluye huelgas, manifestaciones, rebeliones y levantamientos armados que comenzaron cuando se fundó el Club Liberal “Ponciano Arriaga”, en 1900, y llegaron hasta el inicio de la Revolución propiamente dicha en 1910. Estamos hablando de diez años de intensa labor organizativa y de actividad política en la que hubo amenazas, encarcelamientos, asesinatos y  destierros. En esta labor precursora desempeñaron un papel principal los intelectuales de la clase media, entre ellos muchos periodistas, y algunos que pertenecían a un estrato de la clase acomodada.

Con el manifiesto que publicó Camilo Arriaga el 30 de agosto de 1900, convocando a la organización de los liberales y denunciando el resurgimiento del clericalismo, se desencadenó una respuesta en trece estados de la República y en el Distrito Federal, en donde se organizaron aproximadamente cincuenta clubes liberales. Entre los principales estados donde prendió esta iniciativa estaban: San Luis Potosí (de donde era Arriaga, así como otros liberales muy importantes que después se radicalizaron y colaboraron en el Partido Liberal con Ricardo Flores Magón), Hidalgo, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, Nuevo León, Michoacán, Puebla y Veracruz.

 Coincidiendo con el aniversario de la promulgación de la Constitución de 1857, el 5 de febrero de 1901 se inició el Primer Congreso Liberal en el Teatro de la Paz de San Luis Potosí, con una duración de seis días y la asistencia de más de cincuenta delegados, donde tuvieron una participación destacada Camilo Arriaga, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama y Ricardo Flores Magón, a quienes se les reconoció como figuras centrales del Congreso y de esta organización liberal. Flores Magón dijo en ese Congreso: “¡La administración de Porfirio Díaz es una madriguera de ladrones!” Al principio los delegados  rechazaron estas palabras, pero él las repitió dos y tres veces con fuerza y convicción, hasta que le aplaudieron respaldando esa posición. Había temor de que el Congreso pudiera ser disuelto, porque afuera del teatro estaban las tropas federales. Por fortuna eso no ocurrió, pero después fueron clausurados por el ejército o la policía los clubes liberales, en por lo menos la mitad de los estados donde se habían creado.

Las mujeres tuvieron una participación fundamental, el 15 de junio de 1901, Juana B. Gutiérrez de Mendoza y la Profesora Elisa Acuña fundaron el semanario Vésper, que se caracterizaba por ser antiporfirista.  Es importante citar a Antonio Díaz Soto y Gama, quien el 18 de julio de 1901, en Pinos, Zacatecas dijo en un discurso refiriéndose a Porfirio Díaz: “Caudillo que traiciona a la democracia. . . que no tiene un átomo de demócrata, ni la más leve tintura de estadista, ni conoce el respeto a la ley”. Por este discurso Porfirio Díaz mandó a que lo secuestraran y lo enviaran después a la cárcel de Belén de la ciudad de México. Cuando vino la Revolución, Díaz Soto y Gama se sumó a las filas del zapatismo. El 4 de noviembre de ese mismo año, 1901, el Club Liberal “Ponciano Arriaga” publicó un manifiesto en el que se habló por primera vez del problema agrario y de la necesidad de una reforma social.

Durante la mayor parte del año 1902, los principales dirigentes del movimiento liberal estuvieron en la cárcel. Lo anterior tuvo un efecto contrario al que se pudiera esperar al privar a los hombres de su libertad, hicieron que sus ideas se radicalizaran. De esa manera, el 23 de febrero de 1903, el Club Liberal “Ponciano Arriaga” publicó otro manifiesto en el que acusaba a la dictadura de dejar “al pueblo en la más triste orfandad política, sin una garantía que lo proteja, sin una libertad que lo eleve, sin un derecho que lo dignifique”. Unos días después, en otro manifiesto, éste del día 27 del mismo mes y del mismo año, decía: El Club “Ponciano Arriaga”...de pie sobre todas las miserias y sobre todos los personalismos, os convoca hoy ante el ara del deber a luchar por la regeneración de la patria.

Los años de 1904 a 1906 fueron de exilio para estos luchadores sociales que se instalaron en diversos lugares de los Estados Unidos de Norteamérica, de manera itinerante, debido a que eran perseguidos.  A fines del mes de septiembre de 1905, en el exilio, se instaló en San Luis Missouri la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, que fue el eje de todos los movimientos de lucha revolucionaria que durante esos años se realizaron en México. No obstante que el  gobierno de Porfirio Díaz tenía prohibidas las huelgas, se hicieron un total de 250 en esa época.  Entre el 1 y el 3 de junio de 1906 tuvo lugar la huelga de Cananea. Y el día 1 de julio de ese año, 1906, se publicó el Programa del Partido Liberal Mexicano, en el periódico Regeneración, que con ese motivo tuvo un tiraje de 250,000 ejemplares. El mismo Programa se imprimió en 500 mil pliegos más que se distribuyeron en nuestro país y en otros países del mundo.

El Programa contenía un apartado sobre Capital y Trabajo, en el que se estipulaba establecer la jornada máxima de trabajo de 8 horas, que se estableciera un salario mínimo, que se pagara con dinero en efectivo y no de otra forma, que se suprimieran las tiendas de raya, que se prohibiera el trabajo de niños menores de catorce años, que hubiera indemnización por accidentes y se garantizaran condiciones higiénicas y de salud en el trabajo.

La difusión del Programa, la penetración del periódico Regeneración y la huelga de los mineros de Cananea, Sonora, propiciaron en los últimos meses de 1906 la adhesión y simpatía de muchos trabajadores al Partido Liberal Mexicano dirigido por Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Manuel Sarabia.

De esta manera, grupos de revolucionarios afines al Partido Liberal  llevaron a cabo dos levantamientos locales en el año de 1906. El primero el 26 de septiembre,  en el que tomaron la plaza principal de Jiménez, Coahuila,  y cortaron las líneas telefónicas, siendo dispersados después por las tropas federales. El segundo fue en el sur de Veracruz, del 30 de septiembre al 3 de octubre, donde se levantaron en armas más de mil hombres, trescientos de los cuales fueron  comandados en Acayucan por Hilario C. Salas, quien anteriormente había trabajado como obrero textil en la región de Orizaba.

Para el mes de noviembre de ese mismo año, 1906, los patronos de la industria textil redujeron los salarios de los trabajadores, ya de por sí muy mermados, como lo estaban las condiciones generales de su trabajo, en las cuales no tenían garantías de ningún tipo, por la connivencia que había entre empresarios y gobierno. Ello hizo que los obreros de Puebla y Tlaxcala se fueran a la huelga el 4 de diciembre. La reacción de los trabajadores de la industria textil de la región de Orizaba fue apoyar a sus compañeros enviándoles ayuda en tanto se mantenía la huelga, lo que propició que los patronos cerraran las fábricas en la región de Orizaba, buscando con ello dejar a todos sin recursos para sobrevivir.

Ante esta situación, los representantes de los trabajadores tomaron el recurso de entrevistarse en la Ciudad de México con el propio Presidente de la República, solicitándole su apoyo para que interviniera en la solución de sus justas demandas. Como consecuencia de esa entrevista, el Presidente emitió un laudo el 4 de enero de 1907, en el que se mencionaban unos puntos que aparentemente favorecían a los obreros, pero en donde lo más determinante era que no se permitirían más huelgas, que se les vigilaría y que los trabajadores de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Jalisco, Querétaro y Distrito Federal, debían regresar a sus labores a partir del 7 de enero.

Los obreros de las fábricas de la región se reunieron en  la Ciudad de Orizaba y ahí escucharon cuál era la resolución del Presidente de la República. En los trabajadores había desesperación por no tener lo indispensable para comer. Ya habían empeñado lo poco que tenían, y sus familias sentían angustia por no poder satisfacer sus necesidades más elementales. Por otra parte,  había surgido en ellos una toma de conciencia, producto de la propia necesidad y del trabajo político que ya se había extendido, mediante el cual se daban cuenta claramente que eran explotados. Cuando el dirigente José Morales terminó de leer el documento, los presentes quedaron en un largo silencio. Después comenzó a sentirse que había descontento, y entre la multitud una voz que sentenciaba no aceptar esa determinación, exclamando: ¡Primero mártires que esclavos! Era el primer anuncio de lo que sería al día siguiente la rebelión. Lo que se deriva de esta lectura, es que tenía que haber sacrificio en toda la extensión de la palabra y, efectivamente, vinieron los mártires, los mártires del 7 de enero de 1907 en Río Blanco, Nogales y Santa Rosa.

El Gran Círculo de Obreros Libres, creado en el mes de junio de 1906, desempeñó un papel fundamental en la politización de los trabajadores de la industria textil de la región de Orizaba. En esta labor fueron pioneros José Neira, amigo cercano de Camilo Arriaga, fundador del Club Liberal “Ponciano Arriaga”, y Juan Olivar, quienes eran delegados del Partido Liberal Mexicano.

En 1908 hubo nuevos levantamientos. El primero fue el 24 de junio en Viesca,  al sur de Coahuila, donde rebeldes al grito de “¡Viva la Revolución!”, “¡Viva el Partido Liberal!”, asaltaron las oficinas del gobierno municipal, la casa del jefe político y la sucursal del Banco de Nuevo León, y tuvieron el control del pueblo por uno o dos días. El segundo fue en Las Vacas, también del estado de Coahuila, donde otro grupo de rebeldes del Partido Liberal Mexicano atacó la guarnición militar el 26 de junio de ese año. En esa misma fecha hubo otro contingente rebelde que apareció en Casas Grandes y luego marchó a Palomas, en donde el 30 de junio y el 1 de julio se enfrentó a tiros con los soldados de la guarnición de ese lugar. Otros levantamientos tuvieron lugar en Los Hornos, Matamoros, y en la Sierra de Jimulco, del estado de Coahuila.

Es este un recuento muy rápido de la lucha llamada movimiento precursor de la Revolución Mexicana, en el que hubo coraje, idealismo, entrega y decisión. Cuando nuestros contemporáneos dicen: “Pues ahora estamos igual o peor que cuando la época de Porfirio Díaz”, lo que no dicen es que ninguno de nosotros tiene las agallas que tuvieron aquellos hombres y aquellas mujeres que dieron todo, incluso su sangre, por ver a la patria liberada del yugo de la tiranía.

La Constitución Política que se puso en vigor en 1917, el mayor triunfo de la Revolución Mexicana a favor del pueblo, pudo rescatar mucho de lo que se propuso en el Programa del Partido Liberal Mexicano. Ahí están las ideas, la lucha y  la sangre derramada por los mártires del movimiento precursor.

Bibliografía.

Cockcroft, James D., Precursores intelectuales de la revolución mexicana, Siglo XXI Editores, Vigesimoquinta edición en español, México, 2005.


Córdoba, Arnaldo, La ideología de la Revolución Mexicana, la formación del nuevo régimen, Ediciones Era, 24ª. Reimpresión, México, 2007. 

miércoles, 7 de agosto de 2013

El fenómeno Borges.


El Aleph. Jorge Luis Borges.


Por Lisardo Enríquez L.

Jorge Luis Borges nació entre libros en 1899. Su notable afición a la lectura comienza en la primera infancia, cuando su abuela Fanny Haslam le leía cuentos y otros textos de revistas inglesas. Esto hizo que tuviera como idioma inicial el inglés y que desarrollara un gusto especial por la literatura inglesa. En el seno familiar se hablaba el inglés y el español que él aprendió desde pequeño. Algunos años después aprendió francés, italiano, alemán y latín.

Su padre, Jorge Guillermo Borges, apasionado lector que deseó ser escritor, fue su primer y muy cercano maestro. A su lado conoció desde niño a los clásicos, así como a los grandes poetas, además de hacerse al hábito de leer y consultar con frecuencia enciclopedias. Se sabe que leyó, caso poco usual, la Enciclopedia Británica completa. Gracias a la influencia de su abuela y de su padre, su mundo fueron los libros. A los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho escribió un cuento al que tituló “La víspera fatal”, relacionado con un pasaje del Quijote; a los nueve años hizo la traducción del inglés al español de “El príncipe feliz” de Oscar Wilde, y la publicó en un periódico de Buenos Aires. Para entonces ya había leído el Quijote, El Poema del Cid, la literatura gauchesca como el Martín Fierro, Las Mil y una Noches, y a escritores como Kipling, Dickens, Mark Twain, Allan Poe y H.G. Wells.

Cuando Jorge Luis tenía quince años la familia se trasladó a vivir a Ginebra. Ahí cursó el bachillerato y diría después: “De todas las ciudades del planeta. . .  Ginebra me parece la más propicia a la felicidad. Le debo,  a partir de 1914, la revelación del francés, del latín, del alemán, del expresionismo, de Schopenhauer, de la doctrina de Buddha, del taoísmo, de Conrad y de la nostalgia de Buenos Aires. . . Sé que volveré siempre a Ginebra, quizá después de la muerte del cuerpo”. Volvió a Ginebra en varias ocasiones; regresó los últimos meses que tuvo vida, y ahí murió en el mes de junio de 1986, hace veinticinco años.

 Cuando tenía veinte años conoció en España a Rafael Cansinos-Assens, principal promotor del ultraísmo y crítico de las vanguardias estéticas, quien ejerció influencia en él. A su retorno a la Argentina, a los veintidós años, estuvo cerca de Macedonio Fernández, de quien también recibió la fuerza del conocimiento, principalmente en aspectos de carácter filosófico. Más adelante surge una nueva influencia que es la del mexicano Alfonso Reyes, en la etapa en que éste fue embajador de México en Argentina. El propio Borges dijo después lo siguiente: “Pienso en Reyes como en el mejor estilista de la prosa española de este siglo  y en mi escritura he aprendido mucho de él sobre la simplicidad y la manera directa”.

En la adolescencia leyó, en sus idiomas de origen, a Romain Rolland, Flaubert, Maupassant, Zola, Thomas De Quincey, Carlyle, Chesterton, así como a los poetas Verlaine, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y Rilke. De estos escritores, de De Quincey es de  quien más influencia reconoció y a quien consideró prototipo de escritor. Leyó y admiró al gran poeta norteamericano Walt Whitman, aquél de luengas y blancas barbas.

A Borges se reconoció una inteligencia sobresaliente, una memoria excepcional, una impresionante erudición y una inventiva inagotable. Su producción como escritor comenzó con la poesía, de la cual quedaron numerosos libros editados; pero logró destacar más aún en el ensayo y en el cuento, aunque también hizo crítica, sobre todo de cine, porque uno de sus pasatiempos favoritos era éste. Realizó igualmente trabajos de traducción, que como ya vimos empezó a temprana edad,  y de elaboración de antologías literarias. Sus libros se han traducido a más de veinte idiomas.

Los temas principales en su obra son Dios, el universo, el tiempo y los libros. En su narrativa encontramos esferas, espejos y frecuentemente laberintos. Una de sus biógrafas, Myrta Sessarego, tituló a uno de sus libros “Borges y el laberinto”.  Para este escritor universal del siglo XX los laberintos representan, simbólicamente, el universo que los seres humanos pretenden descifrar sin encontrar salidas y sin comprenderlo cabalmente. Borges estudió temas de filosofía oriental y occidental por su cuenta, y esas ideas las llevó al campo de la literatura.

Después de una larga producción poética Borges escribió sus primeros cuentos en 1939, y de esta fecha a 1949 aparecieron publicados los dos libros de relatos que se consideran los más importantes: Ficciones en 1944 y El Aleph en 1949. Este último cuando tenía cincuenta años de edad, y cinco antes de que perdiera por completo la vista. Ficciones está compuesto a su vez por dos libros: El Jardín de los senderos que se bifurcan que contiene siete piezas, como sencillamente él les llamó, el cual fue dado a conocer en 1941; y Artificios que reúne nueve cuentos y corresponde al año de 1944.

El Aleph, el libro más famoso de Borges, está compuesto por diecisiete cuentos, de los cuales el último es el que tiene el título general de la obra. Para tener una idea de la escritura de este autor, si es que alguien no la conoce, transcribiré unas líneas del primer cuento del Aleph, que se llama El inmortal:
“... la luna tenía el mismo color de la infinita arena. Un jinete rendido y ensangrentado venía del oriente... Me dijo que su patria era una montaña que está del otro lado del Ganges y que en esa montaña era fama que si alguien caminaba hasta el occidente, donde se acaba el mundo, llegaría al río cuyas aguas dan la inmortalidad. Agregó que en la margen ulterior se eleva la Ciudad de los Inmortales, rica en baluartes y anfiteatros y templos. . . En Roma, conversé con filósofos que  sintieron que dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes. Ignoro si creí alguna vez en la Ciudad de los Inmortales: pienso que entonces me bastó la tarea de buscarla. . . La codicia de ver a los Inmortales, de tocar la sobrehumana Ciudad, casi me vedaba dormir. . . La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas, cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. . .”1

En cierta ocasión, Jorge Luis dijo: “cada mañana la realidad se parece más y más a una pesadilla”. Estas palabras tenían un significado profundo para él y desde luego para la concepción de su obra que iba de la realidad a la fantasía, pero que tomaba cuerpo en ésta para crear un mundo diferente. Pienso que si Dostoiewski pudo decir “Nada hay más fantástico que la realidad”, Borges podría haber dicho, invirtiendo los términos, “Nada hay más real que la fantasía”.

En estos días no es fácil encontrar obras de Borges en las librerías porque muchas de ellas están agotadas y no han tenido edición o reimpresión reciente. Sin embargo, hay la noticia de que con motivo de conmemorarse veinticinco años de su muerte se hará en los próximos meses una edición de sus obras completas, lo cual servirá para que los interesados podamos acercarnos a leer a este autor que tiene la bibliografía más grande que hay de un escritor, después de William Shakespeare.

1. Borges, Jorge Luis, El Aleph, Edición Joaquín Mortiz/Emecé, Buenos Aires 1996, 2004, reimpresión exclusiva para México, 2006.pp. 10, 11, 15, 27 y 28.


Artículo publicado en el periódico Tlanestli, Número 11 del mes de julio de 2011.

Hacia una sociedad de lectores y escritores.






Por Lisardo Enríquez L.

La prioridad de la escuela en todos sus niveles, y de la sociedad en su conjunto, debe ser hoy más que nunca formar hombres y mujeres competentes para leer y escribir. Han sido varios los esfuerzos dedicados a esta tarea pero insuficientes. Ahora se dispone de estudios y trabajos de investigación que permiten nuevas perspectivas para lograr una sociedad de lectores y escritores, si se asumen en toda su extensión enfoques adecuados y se cuenta con la voluntad política para hacerlo, no sólo con terquedad y palabras de amenaza a quienes piensan diferente.

Esta formación compete en principio a todo el sistema educativo desde la educación básica hasta la universidad y los posgrados, porque la deficiencia inicia en la primera y en muchos casos se arrastra hasta los niveles más altos. Por supuesto tiene que ver con las políticas centrales para la educación y la cultura, los programas específicos y la formación inicial y continua de los profesores. Las escuelas para docentes y los programas de capacitación y actualización de maestros tienen que girar en torno a esta necesidad fundamental. A esta formación se le tiene que dedicar verdaderamente todo el tiempo y los recursos que se requieran, quitando a docentes, directores y supervisores actividades que sólo entorpecen el trabajo realmente educativo.

En relación a esta situación problemática-así la considero-dice la argentina Delia Lerner: “Lo necesario es hacer de la escuela un ámbito donde lectura y escritura sean prácticas vivas y vitales, donde leer y escribir sean instrumentos poderosos que permitan repensar el mundo y reorganizar el propio pensamiento, donde interpretar y producir textos sean derechos que es legítimo ejercer y responsabilidades que es necesario asumir”.

Todos los niños de cinco o seis años en adelante, los jóvenes y los adultos, de cualquier condición económica y social, tienen que ser lectores y escritores. Lectores independientes, auténticos, que comprendan y sientan lo que leen. La lectura, para que sea productiva y de interés, debe estar relacionada con las necesidades del entorno. En fin, se trata de que la lectura se realice por placer, por gusto. El maestro, de cualquier nivel educativo, tiene que estar entre los mejores lectores, es decir, un buen maestro debe ser ante todo un buen lector.

Leer y escribir es cuestión de ejercicio, de mucha práctica. Por eso se requiere dedicar tiempo suficiente. Hacerlo en serio, a fondo. Ya hemos dicho que quien es lector y ejercita suficientemente la escritura por sí mismo, con esfuerzo propio, se interesara por otros conocimientos e irá descubriendo cada vez nuevas y fascinantes aventuras en la ciencia, la literatura y tantas opciones que permite el actual desarrollo de la civilización. Esto no sustituye la formación especializada en lo que corresponde por ejemplo a una carrera en particular, pero sin estas herramientas básicas de la cultura nadie puede ser un profesional en toda la extensión de la palabra. Es muy lamentable que haya quienes tienen un título profesional, hayan cursado dos y hasta tres carreras, incluso doctorados, y no sean capaces de leer de manera fluida y clara, ni de escribir con un pensamiento   lógico y coherente.


Termino esta breve reflexión con unas palabras de Felipe Garrido, un editor y promotor de la lectura: “Mucho ayudaría que los propios maestros y las autoridades educativas fueran lectores, que tuvieran la afición de leer”.  

Artículo publicado en Diario de Xalapa el 6 de agosto de 2013. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Miguel Hernández, poeta fundamental.


Miguel Hernández.


Por Lisardo Enríquez L.

A Miguel Hernández se le conoce como el pastor poeta, porque de niño y adolescente cuidaba un rebaño de cabras y ovejas que tenía su padre. Pero desde niño también le gustó leer, y muy pronto comenzó a escribir versos. Nació para la poesía en 1910, en Orihuela, al sur de la provincia de Alicante, España, muy cerca de Murcia. A los quince años formó parte de un grupo de amigos que tenían inquietudes semejantes, entre los cuales había un compañero culto y talentoso de nombre Ramón Sijé, quien le facilitaba libros de los poetas más notables. Sijé murió muy joven, y Miguel le escribió una elegía cuyos últimos versos dicen así: “A las aladas almas de las rosas/del almendro de nata te requiero,/que tenemos que hablar de muchas cosas,/compañero del alma, compañero”.

Cuando empieza a destacar por su creación literaria conoce a Federico García Lorca, a Vicente Aleixandre, a Rafael Alberti, a Manuel Altolaguirre y a Pablo Neruda, todos ellos poetas connotados con quienes establece una gran amistad. Tras el asesinato de García Lorca escribe su Elegía Primera, que entre otros versos tiene los siguientes: “Tú, el más firme edificio, destruido,/tú, el gavilán más alto, desplomado,/tú, el más grande rugido,/callado, y más callado, y más callado”. Visita con frecuencia a Aleixandre y a Neruda. Este último influyó de manera importante en él. En Confieso que he vivido, dice Neruda: “Vivía y escribía en mi casa. Mi poesía americana, con otros horizontes y llanuras, lo impresionó y lo fue cambiando. . . me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía”.

El amor de su vida fue Josefina Manresa, con quien se casó y a quien dedicó muchos poemas. Uno de ellos comienza así: “El amor ascendía entre nosotros/como la luna entre las dos palmeras/que nunca se abrazaron” y termina de la siguiente manera: “Pasó el amor, la luna, entre nosotros/y devoró los cuerpos solitarios./Y somos dos fantasmas que se buscan/y se encuentran lejanos”. Sus temas recurrentes son la naturaleza, la patria, la amistad, el amor y la muerte. Entre sus libros de poesía se pueden citar los siguientes: Perito en lunas, el rayo que no cesa, viento del pueblo, el hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias.

Al comenzar la guerra civil se incorpora como voluntario al Ejército Popular de la República, y es nombrado Comisario de Cultura. De esta época (1937) es su libro Viento del Pueblo, en donde dice: “Vientos del pueblo me llevan, /vientos del pueblo me arrastran,/me esparcen el corazón/y me aventan la garganta”. Estos versos los cantó, con su estilo único, el chileno Víctor Jara. Y hablando del canto, la norteamericana de padre mexicano, Joan Báez, también ha interpretado en su música, con la voz diáfana que la caracteriza, otro poema de nuestro autor que dice: “Llego con tres heridas:/la del amor,/la de la muerte,/la de la vida”. Pero quien puso música a un mayor número de poemas de Miguel Hernández es Joan Manuel Serrat, primero en los años setenta del siglo XX, y ahora con un nuevo disco que toma el nombre de uno de esos poemas: “Hijo de la luz y de la sombra”.

El pastor poeta muere de tuberculosis a los 31 años de edad, en buena medida como producto de su encierro en las cárceles. De cincuenta años a la fecha, su obra ha sido divulgada y cada día más apreciada en todo el mundo. Por ello dice Serrat que es “uno de nuestros poetas contemporáneos fundamentales”.


Artículo publicado el 22 de abril de 2010 en el periódico Diario de Xalapa.

Santos Degollado: El Cristo de la Reforma.


Santos Degollado. 


Por Lisardo Enríquez L.

En fechas recientes leí un hermoso libro de Justo Sierra que se titula “Juárez, su obra y su tiempo”. La maestría de Sierra conduce al lector a conocer no sólo la inquebrantable virtud, voluntad y patriotismo de Don Benito Juárez, sino detalles de hechos de la guerra de reforma, y de la personalidad de quienes tuvieron en esa guerra civil una denodada participación. De cada personaje se pueden decir innumerables cosas, pero, definitivamente, en esta ocasión he decidido hablar de Don Santos Degollado, “el héroe de las derrotas”, según un sobrenombre que se le adjudicó.

José Santos Degollado Sánchez nació en Guanajuato el 30 de octubre de 1811 y murió el 15 de junio de 1869 en Llanos de Salazar, Estado de México. Incursionó en el estudio de diversas ciencias, incluyendo la teología (porque era un creyente), pero, sin duda, dedicó más tiempo a las actividades políticas y a las militares. No estaba catalogado como un gran estratega militar, pero tenía dominio de la espada y era un excelente jinete. En la guerra, su férrea voluntad y su elevada moral fueron las cualidades que lo llevaron, a pesar de grandes derrotas, a ser un  auténtico héroe.

Don Santos, como se le conocía, fue un hombre respetado y admirado. Juárez lo nombró Ministro de la guerra y Marina y General en Jefe del Ejército Federal. Uno de sus soldados fue Don Ignacio Zaragoza. Juárez y Ocampo le decían Santitos de cariño. Por cierto, Don Melchor Ocampo, de quien hay que hablar aparte, lo impulsó para que interviniera en acciones políticas. Pues bien, Degollado hizo, como un gran maestro militar, que grandes huestes de mexicanos descalzos y hambrientos alzaran su fe en la escuela revolucionaria de la Reforma, para constituir, a base de lucha y de reveses, un nuevo ejército bien armado y fogueado, que él ya no dirigió en la victoria final, pero del cual fue artífice principal.
En un pasaje sobre la perseverancia y arrojo de este héroe nacional, dice Justo Sierra: “transformaba sus ejércitos incesantemente  vencidos en otros más y más dispuestos a la lucha y al sacrificio; en otros, que tenían  las almas encendidas por el inextinguible ardor del alma de su jefe y levantadas más en alto con su altísimo ejemplo”. Para dar una idea de lo que Degollado era al frente de sus tropas, basta con expresar que, en la batalla que tuvo lugar en Tacubaya, en los alrededores de la Ciudad de México,  en abril de 1859, al tomar la decisión de emprender la retirada, él fue el último en salir a la retaguardia de sus fuerzas.
Las Leyes de Reforma, en cuya preparación participó en Veracruz, se publicaron gracias a su intervención. Fue él quien dijo al presidente Juárez que le permitiera publicarlas y que si no daban resultado lo mandara procesar. Era tal su firmeza y su pasión, que la mayor parte de la población estaba con el gobierno liberal gracias a los milagros, porque así se consideraban, de Degollado.

Cuando las fuerzas siniestras de la reacción asesinaron a Don Melchor Ocampo (el filósofo de la Reforma), Degollado pidió al congreso le permitiera vengar la sangre de este patriota de la democracia, petición que fue concedida. Pero nuestro héroe cayó en una emboscada. Capturado por el enemigo, y  reconocido, fue herido en la cabeza; después le perforaron  los pulmones a bayonetazos y lo mutilaron. Es, por todas estas vicisitudes en que se desarrolló la vida de Don Santos Degollado, y por la entrega de su sangre limpia, por lo que se le ha dado en llamar “El Cristo de la Reforma”.  


Artículo publicado el 26 de abril de 2010 en el periódico Diario de Xalapa.