Fragmento del mural "La historia de México: de la Conquista al futuro".
Diego Rivera. 1929-1935.
Palacio Nacional, Ciudad de México.
El porfirismo representaba
en las últimas décadas del siglo XIX y
en los inicios del siglo XX, la negación de un pasado de gloria que habían
dejado los liberales de la Reforma, y antes los grandes libertadores de la
independencia. El régimen porfirista
veía a México como un país poderoso, pero lo creía posible justificando los
privilegios de los ricos, dando prerrogativas al capital extranjero, y
aplicando una política autoritaria y dictatorial que, según su punto de vista,
anulara el desorden que se había vivido
durante más de medio siglo. De esa manera, lo que ocurrió en la realidad es que
se suprimieron las libertades y los derechos de la mayor parte de la población
y, como en cualquier dictadura, lo que prevaleció fue un autoritarismo atroz, como lo relata en toda su
crudeza el periodista norteamericano John Kenneth Turner en su libro México Bárbaro.
Aparte de pocos y grandes
terratenientes, la dictadura creó una burguesía que fue, a su vez, el sostén de
esa misma dictadura. Pero este régimen no fue capaz de crear una clase media ni urbana ni rural, ni una industria nacional.
Las empresas y el comercio estaban principalmente en manos de extranjeros. Un
dato concreto de cómo estaban las condiciones económicas en aquella época,
revela por qué se empezó a generalizar aún más el descontento en el país en
esas fechas: La tasa de crecimiento en la producción de la industria entre 1900
y 1910 bajó de manera drástica en relación con la que correspondió al decenio
1890-1900. Es decir, la economía vino a menos haciéndose más grave la pobreza,
las libertades se suprimieron y sólo se hacía presente la fuerza del poder
político y militar.
El Estado democrático
desapareció y se sustituyó por el poder absoluto, dictatorial y personalista
del Gral. Porfirio Díaz. Los derechos y libertades se volvieron efectivos
solamente para el pequeño grupo de allegados a él, y como consecuencia también
desapareció el sufragio universal. El pueblo fue anulado de la vida política.
Uno de los primeros
señalamientos sobre lo falso de esa
estructura de privilegios, fueron las ideas
de Wistano Luis Orozco, abogado
jalisciense, quien en 1895, con las armas del conocimiento jurídico, abrió las
posibilidades para el desarrollo del pensamiento de oposición, al poner en
evidencia que la propiedad de grandes extensiones de tierra no estaba fincada en el esfuerzo de quienes la detentaban, sino
en la miseria de todos los demás.
Es así como se inicia el
Movimiento Precursor de la Revolución Mexicana, considerando a éste como la
totalidad de antecedentes de carácter político de la Revolución, que incluye
huelgas, manifestaciones, rebeliones y levantamientos armados que comenzaron
cuando se fundó el Club Liberal “Ponciano Arriaga”, en 1900, y llegaron hasta
el inicio de la Revolución propiamente dicha en 1910. Estamos hablando de diez
años de intensa labor organizativa y de actividad política en la que hubo
amenazas, encarcelamientos, asesinatos y
destierros. En esta labor precursora desempeñaron un papel principal los
intelectuales de la clase media, entre ellos muchos periodistas, y algunos que
pertenecían a un estrato de la clase acomodada.
Con el manifiesto que
publicó Camilo Arriaga el 30 de agosto de 1900, convocando a la organización de
los liberales y denunciando el resurgimiento del clericalismo, se desencadenó
una respuesta en trece estados de la República y en el Distrito Federal, en
donde se organizaron aproximadamente cincuenta clubes liberales. Entre los
principales estados donde prendió esta iniciativa estaban: San Luis Potosí (de
donde era Arriaga, así como otros liberales muy importantes que después se
radicalizaron y colaboraron en el Partido Liberal con Ricardo Flores Magón), Hidalgo,
Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, Nuevo León, Michoacán,
Puebla y Veracruz.
Coincidiendo con el aniversario de la
promulgación de la Constitución de 1857, el 5 de febrero de 1901 se inició el
Primer Congreso Liberal en el Teatro de la Paz de San Luis Potosí, con una
duración de seis días y la asistencia de más de cincuenta delegados, donde
tuvieron una participación destacada Camilo Arriaga, Juan Sarabia, Antonio Díaz
Soto y Gama y Ricardo Flores Magón, a quienes se les reconoció como figuras
centrales del Congreso y de esta organización liberal. Flores Magón dijo en ese
Congreso: “¡La administración de Porfirio Díaz es una madriguera de ladrones!”
Al principio los delegados rechazaron
estas palabras, pero él las repitió dos y tres veces con fuerza y convicción,
hasta que le aplaudieron respaldando esa posición. Había temor de que el
Congreso pudiera ser disuelto, porque afuera del teatro estaban las tropas
federales. Por fortuna eso no ocurrió, pero después fueron clausurados por el
ejército o la policía los clubes liberales, en por lo menos la mitad de los
estados donde se habían creado.
Las mujeres tuvieron una
participación fundamental, el 15 de junio de 1901, Juana B. Gutiérrez de
Mendoza y la Profesora Elisa Acuña fundaron el semanario Vésper, que se
caracterizaba por ser antiporfirista. Es
importante citar a Antonio Díaz Soto y Gama, quien el 18 de julio de 1901, en
Pinos, Zacatecas dijo en un discurso refiriéndose a Porfirio Díaz: “Caudillo
que traiciona a la democracia. . . que no tiene un átomo de demócrata, ni la
más leve tintura de estadista, ni conoce el respeto a la ley”. Por este
discurso Porfirio Díaz mandó a que lo secuestraran y lo enviaran después a la
cárcel de Belén de la ciudad de México. Cuando vino la Revolución, Díaz Soto y
Gama se sumó a las filas del zapatismo. El 4 de noviembre de ese mismo año, 1901,
el Club Liberal “Ponciano Arriaga” publicó un manifiesto en el que se habló por
primera vez del problema agrario y de la necesidad de una reforma social.
Durante la mayor parte del
año 1902, los principales dirigentes del movimiento liberal estuvieron en la
cárcel. Lo anterior tuvo un efecto contrario al que se pudiera esperar al
privar a los hombres de su libertad, hicieron que sus ideas se radicalizaran.
De esa manera, el 23 de febrero de 1903, el Club Liberal “Ponciano Arriaga”
publicó otro manifiesto en el que acusaba a la dictadura de dejar “al pueblo en
la más triste orfandad política, sin una garantía que lo proteja, sin una
libertad que lo eleve, sin un derecho que lo dignifique”. Unos días después, en
otro manifiesto, éste del día 27 del mismo mes y del mismo año, decía: El Club
“Ponciano Arriaga”...de pie sobre todas las miserias y sobre todos los
personalismos, os convoca hoy ante el ara del deber a luchar por la regeneración
de la patria.
Los años de 1904 a 1906
fueron de exilio para estos luchadores sociales que se instalaron en diversos
lugares de los Estados Unidos de Norteamérica, de manera itinerante, debido a
que eran perseguidos. A fines del mes de
septiembre de 1905, en el exilio, se instaló en San Luis Missouri la Junta
Organizadora del Partido Liberal Mexicano, que fue el eje de todos los
movimientos de lucha revolucionaria que durante esos años se realizaron en
México. No obstante que el gobierno de Porfirio
Díaz tenía prohibidas las huelgas, se hicieron un total de 250 en esa época. Entre el 1 y el 3 de junio de 1906 tuvo lugar
la huelga de Cananea. Y el día 1 de julio de ese año, 1906, se publicó el
Programa del Partido Liberal Mexicano, en el periódico Regeneración, que con
ese motivo tuvo un tiraje de 250,000 ejemplares. El mismo Programa se imprimió
en 500 mil pliegos más que se distribuyeron en nuestro país y en otros países
del mundo.
El Programa contenía un
apartado sobre Capital y Trabajo, en el que se estipulaba establecer la jornada
máxima de trabajo de 8 horas, que se estableciera un salario mínimo, que se
pagara con dinero en efectivo y no de otra forma, que se suprimieran las
tiendas de raya, que se prohibiera el trabajo de niños menores de catorce años,
que hubiera indemnización por accidentes y se garantizaran condiciones
higiénicas y de salud en el trabajo.
La difusión del Programa, la
penetración del periódico Regeneración y la huelga de los mineros de Cananea,
Sonora, propiciaron en los últimos meses de 1906 la adhesión y simpatía de
muchos trabajadores al Partido Liberal Mexicano dirigido por Ricardo Flores
Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado
Rivera y Manuel Sarabia.
De esta manera, grupos de
revolucionarios afines al Partido Liberal
llevaron a cabo dos levantamientos locales en el año de 1906. El primero
el 26 de septiembre, en el que tomaron
la plaza principal de Jiménez, Coahuila,
y cortaron las líneas telefónicas, siendo dispersados después por las tropas
federales. El segundo fue en el sur de Veracruz, del 30 de septiembre al 3 de
octubre, donde se levantaron en armas más de mil hombres, trescientos de los
cuales fueron comandados en Acayucan por
Hilario C. Salas, quien anteriormente había trabajado como obrero textil en la
región de Orizaba.
Para el mes de noviembre de
ese mismo año, 1906, los patronos de la industria textil redujeron los salarios
de los trabajadores, ya de por sí muy mermados, como lo estaban las condiciones
generales de su trabajo, en las cuales no tenían garantías de ningún tipo, por
la connivencia que había entre empresarios y gobierno. Ello hizo que los
obreros de Puebla y Tlaxcala se fueran a la huelga el 4 de diciembre. La
reacción de los trabajadores de la industria textil de la región de Orizaba fue
apoyar a sus compañeros enviándoles ayuda en tanto se mantenía la huelga, lo
que propició que los patronos cerraran las fábricas en la región de Orizaba,
buscando con ello dejar a todos sin recursos para sobrevivir.
Ante esta situación, los
representantes de los trabajadores tomaron el recurso de entrevistarse en la
Ciudad de México con el propio Presidente de la República, solicitándole su apoyo
para que interviniera en la solución de sus justas demandas. Como consecuencia
de esa entrevista, el Presidente emitió un laudo el 4 de enero de 1907, en el
que se mencionaban unos puntos que aparentemente favorecían a los obreros, pero
en donde lo más determinante era que no se permitirían más huelgas, que se les
vigilaría y que los trabajadores de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Jalisco,
Querétaro y Distrito Federal, debían regresar a sus labores a partir del 7 de
enero.
Los obreros de las fábricas
de la región se reunieron en la Ciudad
de Orizaba y ahí escucharon cuál era la resolución del Presidente de la
República. En los trabajadores había desesperación por no tener lo
indispensable para comer. Ya habían empeñado lo poco que tenían, y sus familias
sentían angustia por no poder satisfacer sus necesidades más elementales. Por
otra parte, había surgido en ellos una
toma de conciencia, producto de la propia necesidad y del trabajo político que
ya se había extendido, mediante el cual se daban cuenta claramente que eran
explotados. Cuando el dirigente José Morales terminó de leer el documento, los
presentes quedaron en un largo silencio. Después comenzó a sentirse que había
descontento, y entre la multitud una voz que sentenciaba no aceptar esa
determinación, exclamando: ¡Primero mártires que esclavos! Era el primer
anuncio de lo que sería al día siguiente la rebelión. Lo que se deriva de esta
lectura, es que tenía que haber sacrificio en toda la extensión de la palabra
y, efectivamente, vinieron los mártires, los mártires del 7 de enero de 1907 en
Río Blanco, Nogales y Santa Rosa.
El Gran Círculo de Obreros
Libres, creado en el mes de junio de 1906, desempeñó un papel fundamental en la
politización de los trabajadores de la industria textil de la región de
Orizaba. En esta labor fueron pioneros José Neira, amigo cercano de Camilo
Arriaga, fundador del Club Liberal “Ponciano Arriaga”, y Juan Olivar, quienes
eran delegados del Partido Liberal Mexicano.
En 1908 hubo nuevos levantamientos.
El primero fue el 24 de junio en Viesca,
al sur de Coahuila, donde rebeldes al grito de “¡Viva la Revolución!”,
“¡Viva el Partido Liberal!”, asaltaron las oficinas del gobierno municipal, la
casa del jefe político y la sucursal del Banco de Nuevo León, y tuvieron el
control del pueblo por uno o dos días. El segundo fue en Las Vacas, también del
estado de Coahuila, donde otro grupo de rebeldes del Partido Liberal Mexicano
atacó la guarnición militar el 26 de junio de ese año. En esa misma fecha hubo
otro contingente rebelde que apareció en Casas Grandes y luego marchó a
Palomas, en donde el 30 de junio y el 1 de julio se enfrentó a tiros con los
soldados de la guarnición de ese lugar. Otros levantamientos tuvieron lugar en
Los Hornos, Matamoros, y en la Sierra de Jimulco, del estado de Coahuila.
Es este un recuento muy
rápido de la lucha llamada movimiento precursor de la Revolución Mexicana, en
el que hubo coraje, idealismo, entrega y decisión. Cuando nuestros
contemporáneos dicen: “Pues ahora estamos igual o peor que cuando la época de
Porfirio Díaz”, lo que no dicen es que ninguno de nosotros tiene las agallas que
tuvieron aquellos hombres y aquellas mujeres que dieron todo, incluso su
sangre, por ver a la patria liberada del yugo de la tiranía.
La Constitución Política que
se puso en vigor en 1917, el mayor triunfo de la Revolución Mexicana a favor
del pueblo, pudo rescatar mucho de lo que se propuso en el Programa del Partido
Liberal Mexicano. Ahí están las ideas, la lucha y la sangre derramada por los mártires del movimiento
precursor.
Bibliografía.
Cockcroft, James D., Precursores intelectuales de la revolución
mexicana, Siglo XXI Editores, Vigesimoquinta edición en español, México,
2005.
Córdoba, Arnaldo, La ideología de la Revolución Mexicana, la
formación del nuevo régimen,
Ediciones Era, 24ª. Reimpresión, México, 2007.