domingo, 4 de agosto de 2013

Miguel Hernández, poeta fundamental.


Miguel Hernández.


Por Lisardo Enríquez L.

A Miguel Hernández se le conoce como el pastor poeta, porque de niño y adolescente cuidaba un rebaño de cabras y ovejas que tenía su padre. Pero desde niño también le gustó leer, y muy pronto comenzó a escribir versos. Nació para la poesía en 1910, en Orihuela, al sur de la provincia de Alicante, España, muy cerca de Murcia. A los quince años formó parte de un grupo de amigos que tenían inquietudes semejantes, entre los cuales había un compañero culto y talentoso de nombre Ramón Sijé, quien le facilitaba libros de los poetas más notables. Sijé murió muy joven, y Miguel le escribió una elegía cuyos últimos versos dicen así: “A las aladas almas de las rosas/del almendro de nata te requiero,/que tenemos que hablar de muchas cosas,/compañero del alma, compañero”.

Cuando empieza a destacar por su creación literaria conoce a Federico García Lorca, a Vicente Aleixandre, a Rafael Alberti, a Manuel Altolaguirre y a Pablo Neruda, todos ellos poetas connotados con quienes establece una gran amistad. Tras el asesinato de García Lorca escribe su Elegía Primera, que entre otros versos tiene los siguientes: “Tú, el más firme edificio, destruido,/tú, el gavilán más alto, desplomado,/tú, el más grande rugido,/callado, y más callado, y más callado”. Visita con frecuencia a Aleixandre y a Neruda. Este último influyó de manera importante en él. En Confieso que he vivido, dice Neruda: “Vivía y escribía en mi casa. Mi poesía americana, con otros horizontes y llanuras, lo impresionó y lo fue cambiando. . . me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía”.

El amor de su vida fue Josefina Manresa, con quien se casó y a quien dedicó muchos poemas. Uno de ellos comienza así: “El amor ascendía entre nosotros/como la luna entre las dos palmeras/que nunca se abrazaron” y termina de la siguiente manera: “Pasó el amor, la luna, entre nosotros/y devoró los cuerpos solitarios./Y somos dos fantasmas que se buscan/y se encuentran lejanos”. Sus temas recurrentes son la naturaleza, la patria, la amistad, el amor y la muerte. Entre sus libros de poesía se pueden citar los siguientes: Perito en lunas, el rayo que no cesa, viento del pueblo, el hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias.

Al comenzar la guerra civil se incorpora como voluntario al Ejército Popular de la República, y es nombrado Comisario de Cultura. De esta época (1937) es su libro Viento del Pueblo, en donde dice: “Vientos del pueblo me llevan, /vientos del pueblo me arrastran,/me esparcen el corazón/y me aventan la garganta”. Estos versos los cantó, con su estilo único, el chileno Víctor Jara. Y hablando del canto, la norteamericana de padre mexicano, Joan Báez, también ha interpretado en su música, con la voz diáfana que la caracteriza, otro poema de nuestro autor que dice: “Llego con tres heridas:/la del amor,/la de la muerte,/la de la vida”. Pero quien puso música a un mayor número de poemas de Miguel Hernández es Joan Manuel Serrat, primero en los años setenta del siglo XX, y ahora con un nuevo disco que toma el nombre de uno de esos poemas: “Hijo de la luz y de la sombra”.

El pastor poeta muere de tuberculosis a los 31 años de edad, en buena medida como producto de su encierro en las cárceles. De cincuenta años a la fecha, su obra ha sido divulgada y cada día más apreciada en todo el mundo. Por ello dice Serrat que es “uno de nuestros poetas contemporáneos fundamentales”.


Artículo publicado el 22 de abril de 2010 en el periódico Diario de Xalapa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario