Por Lisardo Enríquez
L.
La prioridad de la escuela
en todos sus niveles, y de la sociedad en su conjunto, debe ser hoy más que
nunca formar hombres y mujeres competentes para leer y escribir. Han sido
varios los esfuerzos dedicados a esta tarea pero insuficientes. Ahora se
dispone de estudios y trabajos de investigación que permiten nuevas perspectivas
para lograr una sociedad de lectores y escritores, si se asumen en toda su
extensión enfoques adecuados y se cuenta con la voluntad política para hacerlo,
no sólo con terquedad y palabras de amenaza a quienes piensan diferente.
Esta formación compete en
principio a todo el sistema educativo desde la educación básica hasta la
universidad y los posgrados, porque la deficiencia inicia en la primera y en
muchos casos se arrastra hasta los niveles más altos. Por supuesto tiene que
ver con las políticas centrales para la educación y la cultura, los programas
específicos y la formación inicial y continua de los profesores. Las escuelas
para docentes y los programas de capacitación y actualización de maestros
tienen que girar en torno a esta necesidad fundamental. A esta formación se le
tiene que dedicar verdaderamente todo el tiempo y los recursos que se
requieran, quitando a docentes, directores y supervisores actividades que sólo
entorpecen el trabajo realmente educativo.
En relación a esta situación
problemática-así la considero-dice la argentina Delia Lerner: “Lo necesario es
hacer de la escuela un ámbito donde lectura y escritura sean prácticas vivas y
vitales, donde leer y escribir sean instrumentos poderosos que permitan
repensar el mundo y reorganizar el propio pensamiento, donde interpretar y
producir textos sean derechos que es legítimo ejercer y responsabilidades que
es necesario asumir”.
Todos los niños de cinco o
seis años en adelante, los jóvenes y los adultos, de cualquier condición
económica y social, tienen que ser lectores y escritores. Lectores
independientes, auténticos, que comprendan y sientan lo que leen. La lectura,
para que sea productiva y de interés, debe estar relacionada con las
necesidades del entorno. En fin, se trata de que la lectura se realice por
placer, por gusto. El maestro, de cualquier nivel educativo, tiene que estar
entre los mejores lectores, es decir, un buen maestro debe ser ante todo un
buen lector.
Leer y escribir es cuestión
de ejercicio, de mucha práctica. Por eso se requiere dedicar tiempo suficiente.
Hacerlo en serio, a fondo. Ya hemos dicho que quien es lector y ejercita
suficientemente la escritura por sí mismo, con esfuerzo propio, se interesara
por otros conocimientos e irá descubriendo cada vez nuevas y fascinantes
aventuras en la ciencia, la literatura y tantas opciones que permite el actual
desarrollo de la civilización. Esto no sustituye la formación especializada en
lo que corresponde por ejemplo a una carrera en particular, pero sin estas
herramientas básicas de la cultura nadie puede ser un profesional en toda la
extensión de la palabra. Es muy lamentable que haya quienes tienen un título
profesional, hayan cursado dos y hasta tres carreras, incluso doctorados, y no
sean capaces de leer de manera fluida y clara, ni de escribir con un pensamiento lógico y coherente.
Termino esta breve reflexión
con unas palabras de Felipe Garrido, un editor y promotor de la lectura: “Mucho
ayudaría que los propios maestros y las autoridades educativas fueran lectores,
que tuvieran la afición de leer”.
Artículo publicado en Diario de Xalapa el 6 de agosto de 2013.
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